La Semana Santa para los cristianos católicos romanos como para los ortodoxos la llaman 'Semana Grande', porque en ella conmemoran las grandes acciones y sacrificios de Dios para redimir a la humanidad, históricamente es el acontecimiento más importante de la humanidad: la rendición y liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios.
Sin embargo es una actividad vital no sólo de practicantes del catolicismo, es un espacio de reflexión general más allá de un ritual.
Es un tiempo para pensar en el significado de la hermandad planetaria y en el cuidado de la humanidad a través de la vida espiritual.
Haciendo de las relaciones algo divino y resaltando lo sagrado que podemos dar, porque dando a quienes amamos encontramos libertad.
Enfrentando conflictos o dudas morales como una oportunidad para actuar con análisis y escucha desde lo profundo del corazón sobre qué haría el Mesías, para responder de la mejor forma sin dañar a nadie.
Honrar al Jesucristo que hay dentro de todos y todas implica practicar el deseo de bienestar para si y hacia los demás, tener cuidado con la autocrítica o criticar a otros sin reparo alguno.
Es mejor hacer un deseo conciente por tener pensamientos compasivos y dar una bendición silenciosa, ya que los sentimientos de compasión elevan el nivel de energía y contribuyen a mantener conectadas las buenas intensiones.
Espiritualidad significa también pensar y sentir en armonía, además de la paz, con el simple hecho de elevar la energía hasta las frecuencias de la creación, tolerancia, la generosidad, el amor y la belleza en continua expansión.
Estar con Dios es fluir con el palpitar del universo y dejarse llevar por el amor dentro y fuera de nosotros, no sólo durante la Semana Santa, sino todos los días de la existencia.