Martes, 08 Enero 2008 18:00

SANCIONES EN PROYECTO DE NUEVA LEY DE TRÁNSITO

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La seguridad vial esta integrada por tres grandes temas: personas, vehículos e infraestructura. El tema de las personas comprende tanto a los conductores como a los pasajeros, peatones, víctimas y autoridades, y debe ocuparse de la modificación de conductas por varios medios que no pueden ser solo sanciones a los conductores y que incluye, como factores indispensables, la educación y la rehabilitación. También debe referirse a las condiciones técnicas y de salud requeridas para desempeñarse con seguridad en las vías públicas.

 En cuanto a los vehículos, se trata del tema de ingeniería vehicular, dispositivos, las condiciones de circulación en los que deben mantenerse. Los dispositivos de seguridad vial activa, para evitar accidentes, y pasiva, para mitigar los efectos de un accidente cuando ocurre, forman parte de este otro gran tema. Los sistemas de frenado moderno, como antibloqueo (anti-derrape), los impedimentos a la puesta en marcha cuando el conductor se encuentra fisiológicamente enajenado, como el “alcolock”, o dispositivos de alarma por sueño, son ejemplos de los artefactos modernos disponibles. La responsabilidad de los conductores y propietarios por la adecuada condición de sus vehículos es obvia y la verificación del cumplimiento de esas condiciones por medio de una revisión técnica integral en centros de inspección autorizados, es apenas uno de los elementos necesarios.

 Acerca de la infraestructura vial, es urgente impulsar su reconocimiento en el ámbito nacional por cuanto no ha sido antes tomado en cuenta con suficiente atención en materia de seguridad vial. Modernamente, las carreteras y caminos se diseñan y mantienen de modo que sean lo más seguras para prevenir accidentes y lo más mitigadoras de daños a las personas cuando ocurre un accidente. Por esa razón resulta incomprensible que se sigan construyendo vías en las que no hay bahías para autobuses ni pasos peatonales y en las que los postes se refuerzan para asegurar la permanencia del poste y no la de la salud y vida de las personas.


 Una visión unidimensional de la seguridad vial reducida al tema de sanciones no produce los resultados que demandan el respeto a la vida y salud de las personas. Siempre, las sanciones por multas y penas de prisión son asuntos que deben tratarse con prudencia y proporcionalidad. Hay que  separar cuidadosamente aquellos casos en los que se trata de una conducta peligrosa, por ejemplo la mera conducción bajo efectos del alcohol o drogas, de aquellas en los que se ha materializado algún daño a la vida o salud de las personas.

 Por otra parte y más importante aún, conviene establecer una política de rehabilitación para aquellas personas que han caído en el abuso o, peor aún, se encuentran ya en dependencia por adicción. La sanción o castigo debe ser proporcionada y acompañarse del tratamiento adecuado pero, en todos los casos, impedir la recuperación del permiso de conducir si no se ha demostrado mediante seguimiento profesional y pruebas objetivas toxicológicas, que el infractor se encuentra en control de sus actos en relación con los abusos o dependencias por los que fue detenido y examinada su conducta.
 
He propuesto que el actual nivel de concentración de alcohol denominado pre-ebriedad, desaparezca para convertirse en ebriedad. La razón es que la conducción requiere del procesamiento simultáneo de gran cantidad de tareas y esta capacidad se comienza a perder a niveles aún de baja concentración alcohólica. Se trata de una manifestación conocida popularmente, ya que todos hemos padecido de la insistente obcecación de los borrachos en un solo asunto o tema, manifestación de la pérdida de facultades para desarrollar múltiples tareas de procesamiento de información.

 La seguridad vial requiere de un cambio cultural que se manifieste en la responsabilidad activa de todas las personas, incluidas algunas que actúan a largo plazo, como la de quienes planifican, diseñan y mantienen nuestras vías, y que hasta hoy no han sido consideradas para efectos de la responsabilidad por la vida y salud de las personas que usan las vías públicas.


 Es necesario no desperdiciar la oportunidad de una nueva ley de tránsito; el respeto por la vida y salud de quienes han sido víctimas y de quienes podrían serlo, nos impone el deber de actuar con suma prudencia y dejar de lado el facilismo que contamina usualmente nuestros procesos políticos bajo el insultante lema de toda mediocridad: lo perfecto es enemigo de lo bueno.

 Al contrario, no se llega a lo bueno sino es aspirando a lo perfecto.