El pasado 12 de mayo, La Nación informó que un padre, en Pérez Zeledón, ante un hecho delictivo que había cometido su hijo, lo entregó a la policía.
He ahí un ejemplo claro de que no todo está perdido en nuestro país y que los progenitores aún pueden ejercer su autoridad, como debe ser.
Claro, la decisión no hubo de ser fácil para ese señor, pero supo hacer lo correcto y con ello, más que la cárcel, habrá sido la mejor lección de vida que aquel muchacho jamás olvidará.
Eso es, precisamente, lo que hace falta que se multiplique en muchos hogares del país, donde los padres creen que su obligación con los hijos se limita, a lo sumo, al sustento material y lo demás queda a cargo del maestro o la policía.
Y es que, si como cabezas de familia, cada padre y madre, inculcaran en sus vástagos lo que es correcto, legal y moralmente, seguramente la situación delincuencial que desvive al país, sería otra.
Lo hecho por este ciudadano ejemplar me lleva a pensar en los padres de los jóvenes que, piedra en mano y “bombas molotov” en otra, cual delincuentes, aunque dicen que son “estudiantes universitarios”, antes que dedicarse al estudio, están prestos a la confrontación y al anarquismo.
Se dicen manifestantes pero lo que les mueve es el desorden público y la provocación a las autoridades policiales, lo que los llevará, sin duda, a la comisión de hechos delictivos, que no sólo los llevará a la cárcel sino que pondrá en jaque hasta el patrimonio familiar, pues, como lo dije en un comentario anterior, los padres son, jurídicamente, responsables de los actos de sus hijos. Igualmente son, solidariamente responsables, los educadores a cuyo cargo están estos jóvenes.
Por desdicha, esa es la realidad, donde, en la mayoría de los casos, son los mismos padres y hasta sus “educadores” los que, a sabiendas que su hijo o pupilo cometió una fechoría, sea por el motivo que sea, quieren ocultar el sol con un dedo y hasta se atreven a defenderlos a ultranza, justificando los injustificable.
Por ello, ahora que inicia este gobierno, paralelo a los planes que tiene para sostener la economía y afrontar la inseguridad ciudadana, se deben fortalecer instituciones, como el PANI y otras, dándoles mayor participación a los padres, como modo de fomentar valores familiares, trocados por antivalores y que tiene a esta sociedad de cabeza, pues no se ha planteado, aún, un tratamiento integral a un problema cada vez más difícil pero que, con el ejemplo dado por el padre generaleño, hace pensar que no todo está perdido.