Ya empezó la temporada lluviosa en nuestro país. Algunas comunidades, especialmente, en las zonas urbanas ya están sintiendo los efectos de inundaciones por saturación de alcantarillas.
Pero, si por la víspera se saca el día y de acuerdo con pronósticos de los especialistas, el año 2008 será muy similar al 2007, donde más del 80 por ciento del territorio nacional fue golpeado por una temporada atípica que se caracterizó por la presencia de unos siete eventos de gran magnitud.
Se desbordaron ríos, hubo deslizamientos fatales, pérdidas de viviendas y enseres, daños irreparables a la infraestructura civil, y, sobre todo, miles de personas pusieron en riesgo sus vidas.
Por su parte, la Comisión Nacional de Emergencias respondió con eficiencia, agilidad y responsabilidad, priorizando sobre la vida de hombres, mujeres y niños.
Pero, la emergencia no termina cuando acaban las lluvias. Para esta institución, dio inicio un intenso proceso de trabajo respaldado por unos 22.000 millones de colones en obras preventivas distribuidas en todas las provincias, tales como diques, caminos, casas, alcantarillados, puentes y limpieza de canales.
Se intervinieron los ríos y quebradas que más daño provocaron durante el 2007, para evitar que con las nuevas lluvias vuelvan a causar daño en esas comunidades.
Estamos preparados para el invierno. La CNE distribuyó espumas, cobijas, raciones alimenticias, lanchas, reservorios de agua, tiendas de campaña, generadores eléctricos, sistemas de iluminación y equipos de búsqueda y rescate en 90 bodegas ubicadas en todo el país.
Una amplia red de radio comunicación permite la vigilancia de las principales cuencas hidrográficas, tales como Río Telire-Sixaola, La Estrella, Chirripó, Reventazón, Reventado, Cañas-Lajas, Tempisque, Grande de Térraba y Corredores, entre otros.
Una gran masa naranja de voluntarios comenzó a crecer en toda la geografía nacional, preparados para respaldar la estructura organizativa y operativa de la CNE, en el manejo de albergues, atención de las emergencias, elaboración de raciones alimenticias, distribución de suministros y rescate de víctimas.
Sin embargo, nuestro esfuerzo será en vano si los municipios, en conjunto con la comunidad no se organizan para impulsar iniciativas y acciones correctivas y preventivas en sus respectivos territorios para disminuir el impacto de las amenazas.
Diversos estudios han evidenciado la relación directa que hay entre la gravedad de los desastres con la deforestación, la apertura de caminos, obras hidráulicas obsoletas, asentamientos marginales en áreas vulnerables, prácticas agrícolas inadecuadas y la descarga de desechos sólidos y líquidos.
Estamos dando los pasos en la dirección correcta, pero no es suficiente. Falta el aporte fundamental de los municipios, la empresa privada, la familia, el Estado y el individuo como responsable de su entorno. No es un trabajo de uno, sino que es un trabajo de todos.