“Mi madre fue la mujer más bella que jamás conocí. Todo lo que soy, se lo debo a mi madre. Atribuyo todos mis éxitos en esta vida a la enseñanza moral, intelectual y física que recibí de ella”
George Washington
Cuando la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, asumió sus funciones constitucionales, escribí para los medios de comunicación un comentario en el cual me preguntaba cuándo tendríamos una Bachelet tica. Obviamente, me refería en aquella ocasión a la madurez política de nuestro país para llevar a una mujer a la Presidencia de la República.
Con gran alegría, hoy manifiesto mi complacencia por haber sido parte de este acontecimiento histórico mediante el cual el pueblo costarricense, con sabiduría y humildad, fue capaz de apuntarse mayoritariamente a la madurez política, y haciendo lectura correcta de los signos de los tiempos eligió a Laura Chinchilla Miranda como la primera mujer Presidenta de Costa Rica.
Toda la nobleza, la ternura, el amor, el respeto, la belleza, la fidelidad, la maternidad, el cariño, la solidaridad y el sacrificio, se encuentran juntos en la mujer. Porque en la madre, en la esposa, en la hija, en la hermana, en la compañera, en la amiga, en la profesional, en la trabajadora, en fin, en la mujer, es posible hallar el refugio y la solidaridad que necesitamos todos para subsistir.
En la mujer que en su etapa joven es capaz de reflexionar como la mujer adulta, y en la adultez es capaz de actuar con el vigor de la juventud, podemos encontrar sabiduría. En la mujer, que aún sin ser letrada es capaz de acertar los misterios de la vida, y siendo instruida se acopla a la sencillez de las personas humildes, podemos encontrar siempre un consejo.
En la mujer, que en su condición de pobreza es capaz de mantener unida a la familia, brindando amor y ternura, y que siendo rica tiene la virtud de darse al servicio de los demás, podemos encontrar el alimento vital de la espiritualidad. En la mujer, que siendo firme puede estremecerse ante el dolor, y siendo débil puede adquirir el carácter y la templanza, encontramos ternura y seguridad.
En la mujer sencilla, estudiosa y trabajadora, que supo asumir el reto de dirigir una nación, que supo contener los ataques y los exabruptos más despiadados e irrespetuosos, que supo afrontar con firmeza una campaña de ataques, podemos encontrar el coraje decisivo de una líder para que se tomen las decisiones políticas que el país requiere.
Esa mujer, que elegimos como nuestra Presidenta, nos da muchas motivaciones para seguir creyendo en la nobleza de los políticos. Nos devuelve la esperanza de la democracia y le abre el camino a muchas otras mujeres que al igual que ella son firmes y honestas.
Hoy es doña Laura, pero ahora mismo, mañana y siempre serán el tiempo de la mujer. De esta, no indagues el nombre, puede ser tú, puede ser la hermana, la esposa, la hija o la madre. Lo importante es que es MUJER.