En víspera de la Navidad, todos los cristianos nos preparamos para recordar y celebrar el nacimiento de Jesús, quien vino al mundo hace más de 2000 años en Belén, un pueblo de Judea al Sur de Jerusalén, en el que Dios se hizo hombre en la gracia de su madre María, y de su esposo José.
No gozó aquél nacimiento de lujo, manjares ni pompa; no fue atendido por médicos ni sirvientes. En un humilde pesebre, recibió el mundo al rey de reyes, y el hombre a su salvador.
Nació un niño en Belén! y desde su llegada al mundo hasta su muerte, el tiempo detuvo su marcha para volver a contarse.
Nos trajo consigo Jesús un mensaje de esperanza, y del amor que podemos alcanzar a través de la fe en su mensaje, y en nosotros mismos; y de nuestra capacidad y fuerza para poder vencer las tentaciones que a diario enfrentamos. Para ello, se hizo Dios uno de nosotros, y nos trajo su infinito perdón.
Lo que no hizo Jesús fue instituir ningún tipo de celebración, u ordenar banquete y derroche en conmemoración a su nacimiento. La celebración de la Nochebuena es una festividad que nace del corazón del ser humano, de su necesidad de recordarse a sí mismo, de festejar que Jesús le hizo su hermano, y que Dios con su mensaje nos convirtió a todos por igual en sus hijos.
En familia, reunidos al calor del hogar, conmemoremos hoy, mañana y siempre su nacimiento, e intentemos hacer votos por celebrar y hacer mejor, la vida de cada niño Jesús que nace todos los días en los Belenes del mundo.