Miércoles, 19 Marzo 2008 18:00

Jueves Santo

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Este jueves santo es el día de pasión y muerte del Señor y del ayuno pascual como signo exterior de nuestra participación en su sacrificio.

Cristo nos aparece como el Siervo de Dios, anunciado por los profetas, el Cordero que se sacrifica por la salvación de todos.

El soporto nuestro sufrimiento y aguantó nuestros dolores, nosotros lo estimamos leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes sus heridas nos han curado.

La cruz, es el elemento que domina toda la celebración de este día que iluminada por la luz de la resurrección nos aparece como trono de gloria he instrumento de victoria, por esto es presentada a la adoración de los fieles.

El jueves santo no es día de llanto ni de luto sino de amorosa y gozosa contemplación del sacrificio redentor del que brotó la salvación, Cristo no es un vencido sino un vencedor, un sacerdote que consuma su ofrenda, que libera y reconcilia, por eso nuestra alegría.

Se nos invita a contemplar el rostro doliente del Verbo encarnado el Hijo de Dios, el Hijo ofrece su vida al Padre para que Dios derrame misericordia y ternura sobre la humanidad herida por el pecado y la muerte.

Al mirarlo, nos damos cuenta del inmenso amor que Dios nos tiene “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” cabe mayor amor que el de dar la vida reconciliando, en este día estamos invitados como el discípulo amado a estar allí donde está el Señor, a permanecer atentos a su palabra abiertos totalmente a la elocuencia del ministerio que contempla, a observar como del costado  de Cristo surge como un río de vida el agua de la nueva creación y la sangre de la nueva alianza. En esa agua es lavado el rostro herido de la humanidad en esa sangre es bendecido y recreado todo el género humano, hemos sido comprados al precio de su sangre y los fruto de la redención nos han sido confiado por eso nuestro testimonio ha de ser un ejemplo constante de amor de donación y entrega para la salvación de todos, nuestra fe en Jesucristo tiene que reflejarse en nuestra relación con los demás, como hombre creado a imagen y semejanza de Dios se realiza aprendiendo amar como Dios ama y es Cristo quien pone en evidencia el amor de Dios que se derrama como su sangre en la cruz sobre todos y cada uno sin distinción.

El jueves santo nos exige que entreguemos todo en las manos del Padre porque contemplando el crucificado reencontramos al mundo herido y doliente a causa del odio, la violencia, la injusticia y las lesiones de la dignidad de tantos hombre y mujeres.

También vemos el desfigurado rostro de Cristo que en la cruz denuncia de parte de Dios todo aquello que es contrario a su proyecto de vida y salvación, Cristo no abandona al mundo a su culpa ni nos deja solos en nuestra pobreza, carga con nuestros pesos y nos quita el pecado mediante su pasión y muerte.

En Cristo toda promesa de redención humana ha llegado a su plenitud, en la cruz adoramos el misterio de amor que contiene y aquel que nos amó de esta manera sublime confiándonos los frutos de la redención.