Expertos en la materia estiman que la población de lapas verdes en nuestro país no excede de unos doscientos ejemplares. Solo en el Refugio silvestre de Maquenque, en Cureña de San Carlos, hay aproximadamente 60.000 hectáreas, repletas de árboles de almendro, cuya semilla constituye el principal alimento de esas aves, sin contar con los parques nacionales y zonas privadas, en las que también puede encontrarse, en abundancia, ese mismo recurso que asegura de sobra la supervivencia de esa especie, que se ha visto diezmada, no precisamente por falta de alimento, sino por la implacable persecución de que ha sido objeto con fines comerciales.
Por eso resulta ridícula la posición de algunos grupúsculos que por razones muy diferentes a las que aducen, se apresuraron a denunciar que la tala autorizada de unos cuantos árboles, que era preciso eliminar para asentar un proyecto minero legalmente autorizado, en “Las Crucitas”, de Cutris, cantón de San Carlos, constituía una “masacre”, que atentaba contra la supervivencia de las lapas verdes, las cuales, según dicen los vecinos, ni siquiera anidan en esa zona.
Con este argumento sorprendieron a ciertos sectores ingenuos de la población, quienes ignoraban que el MINAE había mantenido en estudio este proyecto durante años y que después de haber sido analizado en todas sus implicaciones, los expertos en la materia rindieron dictámenes favorables que le permitieron finalmente al Gobierno autorizar la actividad.
En este caso la Empresa y los propios vecinos de la zona, complacidos de los cambios favorables en todo sentido que el proyecto minero ha introducido y promete introducir en el futuro, se han encargado de refutar los infundios y las aguas parecen haber vuelto a su nivel. Desgraciadamente, no siempre este tipo de campañas son tan fácilmente refutables, pues a los agitadores de profesión, frecuentemente se les suman algunos medios de prensa, que en estas noticias sensacionalistas ven una posibilidad de incrementar su difusión y el escándalo se propaga como el fuego.
Por esta razón, es muy alarmante el proyecto de Ley que permite la celebración de referendos locales en materias ambientales, propuesto por el Diputado Merino y que la mayoría de sus compañeros aprobó ingenuamente y resulta muy oportuno y atinado el veto interpuesto por el Presidente de la República a tal iniciativa. Es de esperar que los señores Diputados recapaciten las implicaciones de esa desafortunada iniciativa y no se reúnan los votos necesarios para el resello.
El país en general se resiente de la parálisis en que nos encontramos sumidos desde hace tiempo, por la falta de autoridad y repudia el caos y la anarquía a que nos conduce la democracia “participativa” que nos han recetado los líderes de la extrema izquierda, quienes pretenden que los más complejos problemas de Estado se resuelvan en las calles, a base de marchas que ellos organizan y manipulan.
A estas alturas nadie discute la necesidad de defender el equilibrio biológico y los recursos naturales, pero las medidas tendientes a ese fin deben ser de la competencia de los expertos en la materia y bajo ninguna circunstancia pueden quedar al capricho de los agitadores políticos ni de sus seguidores, a los que en el fondo los guía un propósito político: estorbar las iniciativas empresariales en todos los campos para finalmente consolidar el estado autocrático con el que sueñan.
Son muchas las oportunidades que se nos han escapado y que otros países vecinos, sin tanto entrabamiento, han sabido aprovechar. La trágica experiencia con el TLC obliga al país y especialmente a nuestros Diputados a meditar sobre proyectos que, como el del señor Merino, invocando la democracia participativa, en realidad nos conducen a la anarquía a la ingobernabilidad y a la pobreza.