A través de todos los tiempos, la creencia en un Dios providente, con el que la humanidad puede entablar una relación a través de determinadas prácticas litúrgicas que constituyen lo que conocemos como Religión, ha sido un apoyo que ha servido a muchas generaciones de consuelo en nuestro peregrinaje , plagado de interrogantes y dificultades sin cuento. Hasta aquí la Religión, entendida en esta forma, puede compararse con un bastón que nos facilita el avance en el camino que todos debemos transitar en este mundo. Sin embargo, el bastón que nos sirve para caminar, también puede desnaturalizarse y servir para golpear a nuestro prójimo , destruirlo o someterlo a nuestra voluntad y conveniencia.
Los fundamentalistas de todas los credo, razas y épocas, que han estado siempre dispuestos a sacrificar hasta su vida misma, para destruir a los que profesan creencias diferentes, son un claro ejemplo de los extremos a los que puede conducir el fanatismo y la intolerancia, que en nuestra época se ha exacerbado hasta lo increíble. Algo similar sucede con la Ecología. Se justifica plenamente una sana preocupación por la preservación del medio ambiente y por tratar de mitigar la contaminación que causan las sociedades industrializadas, por su explotación abusiva de los recursos naturales y las que causan los pueblos más atrasados e ignorantes, por su carencia de recursos económicos y de los mínimos conocimientos de la higiene y de las técnicas de conservación del ambiente. Pero también esa legítima preocupación, manipulada por demagogos irresponsables, puede, al igual que la Religión, desnaturalizarse fácilmente y convertirse en un instrumento para estorbar, por razones que en el fondo nada tienen que ver con la ecología, cualquier iniciativa que implique en alguna medida, el aprovechamiento de los recursos naturales, de los cuales en un plano global, indefectiblemente tendremos que echar mano para sostener una población mundial creciente y cada día más demandante de bienes y servicios. Fresca se encuentran en nuestra memoria la propaganda fundamentalmente falsa, que desplegaron los adversarios del TLC, con ocasión del referéndum que se convocó en Octubre del 2007. En esa oportunidad se trató de atemorizar a la población con el vaticinio de grandes catástrofes de toda índole, especialmente ecológicas, que nos sobrevendrían si el Tratado llegaba a ser aprobado. La mayoría del electorado no se dejó impresionar, pero si hubo muchos ciudadanos de buena fe, que votaron contra el TLC con los Estados Unidos, creyendo proteger, entre otras cosas, a los agricultores nacionales y nuestras fuentes de agua, que si en alguna forma han sufrido mengua no ha sido precisamente por el Tratado. Por ese mismo motivo, recibimos con sorpresa y prevención el anuncio de la Presidenta electa, doña Laura Chinchilla, quien apenas supo el resultado de la elección, en el que obtuvo un merecido triunfo, se apresuró declarar ante la prensa, que en su Administración no se aprobaría ningún nuevo proyecto que implique extracción de minerales a cielo abierto u otro aprovechamiento de nuestros hipotéticos recursos naturales. Por qué esa descalificación “a priori” de proyectos que ni siquiera han sido presentados y que, por lo tanto, resulta prematuro opinar en uno u otro sentido? Una declaración similar formuló el exPresidente Abel Pacheco, al inicio de su Administración, con respecto a la exploración petrolera.
Es fácil adivinar que lo que animó esas precipitada declaraciones, es la finalidad de limar asperezas con los talibanes de la izquierda retardataria de este país,- enemigos acérrimos de esas iniciativas- y cuyos votos pueden ser necesarios, en este caso, para aprobar los proyectos que posiblemente la Presidenta enviará próximamente a la Asamblea Legislativa. Pero no nos llamemos a engaño: sobran los pretextos incumplir esta clase de acuerdos, si es que los hubo y en todo caso no olvidemos que estos señores se oponen a ese tipo de proyectos, no por razones técnicas, sino porque ya han logrado satanizar la explotación de recursos del subsuelo ante la opinión pública y su cerrada posición les parece que lleva agua a sus menguados molinos políticos lo que constituye su supremo interés y en definitiva, el único norte de su conducta.
En esta materia creo que los legos no debiéramos opinar. Por eso ni quito ni pongo rey, Me limito a respetar el criterio de los geólogos del Estado, que son los llamados a dictaminar sobre la viabilidad de cualquier proyecto . Cualquier otra opinión resulta antojadiza y carente de seriedad. Pero permítaseme terminar con unas ingenuas preguntas para llamar a la reflexión, a quienes no están fanatizados por ideologías políticas: Que sería de países como Chile sin su cobre; Venezuela y México sin su petróleo y Bolivia sin sus depósitos de gas natural? Es condenable que estos países exploten sus recursos naturales? Por qué Costa Rica no podría fortalecer su débil economía, aprovechando con cordura y racionalidad, los hipotéticos recursos naturales que su suelo le pueda brindar en el futuro?