En los últimos días del mes de febrero se conmemoraron dos hechos que vale la pena recordar y comentar brevemente, evitando así que pasen sin más y sean víctimas del olvido.
El primero de estos acontecimientos tiene que ver con un 21 de febrero de 1935. En esa ocasión un grupo de religiosas provenientes de España arribaban al puerto de Limón con el encargo de asumir la dirección del Sanatorio Carlos Durán. Se trataba del primer grupo de Hermanas de la Caridad de Santa Ana que llegaban a servir en Costa Rica desde su carisma marcado por el servicio y la hospitalidad.
Hoy ya han pasado 75 años de ese momento y hoy, después de un largo caminar, ese instituto de vida religiosa fundado por María Rafols y Juan Bonal en 1804, ha completado obras de singular importancia entre nosotros y al servicio de los más urgidos a lo largo y ancho del país. Colegios, misiones, hogares de acogida, asilos de ancianos y un largo etcétera adornan la historia de la presencia de las Hermanas de Santa Ana entre nosotros.
El otro hecho que queremos recordar tiene que ver con el 28 de febrero de 1850.
En 1848, con la fundación de la República de Costa Rica, el Presidente y el Gobierno de la República hicieron solicitud de un obispa¬do para San José, así fue como mediante la Bula "Christianae Religionis Autor", (se pronuncia cristiane reliyionis áutor) de Pío IX fue erigida la Diócesis de San José en Costa Rica, con sede en la ciudad capital de la República.
Para ese momento, la nueva diócesis comprendió las 5 provincias y las dos comarcas, la del Atlántico y la del Pacífico, que constituían la República.
Así, recientemente, hemos celebrado los 160 años de la creación de la diócesis de Costa Rica, una realidad que se intentó ver realizada a lo largo de intentos sucesivos desde el siglo XVI y que cristalizó hasta 1850, como hemos visto.
En nuestro camino histórico eclesiástico, habrá que esperar la Bula "Praedecessorum" (se pronuncia predechesorum), de Benedicto XV, del 16 de febrero de 1921 mediante la cual sería erigida la Provincia Eclesiástica de Costa Rica, con dos dióce¬sis y un Vicariato Apostólico. La diócesis de San José se transformó en Arquidiócesis y conservó el mismo nombre, comprendiendo los ter¬ritorios de las provincias de San José, Cartago y Heredia.
Dos hechos relevantes que conviene que no pasen desapercibidos. Uno por lo decisivo de la obra de un instituto de vida consagrada que ha marcado nuestra historia por su ejercicio de la caridad y la hospitalidad y otro, por lo que ha significado para nuestro caminar histórico la creación de la diócesis de Costa Rica y luego de 1921 de la Arquidiócesis de San José.