El pasado domingo 11 de abril, conmemoramos un año más de la gesta heroica de 1856 en Rivas. En aquel momento, muchos costarricenses valientes daban su vida para resguardar una nación con escasos años de vida independiente y que con arma en brazo, defendían nuestra real autonomía y la libertad que un puñado de usurpadores deseaban convertir en esclavitud. Un grupo de delincuentes que sintieron que podían vulnerar nuestro derecho sagrado de construir un destino propio.
Apenas un día después de tan hermosa celebración, vuelven a las suyas otros usurpadores. Esta vez, en un pedazo del suelo patrio, donde nace la luz del conocimiento y donde se instruye a todo aquel que desea para sí un futuro mejor.
En la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, se ha gestado el pasado lunes otra batalla. Esta vez, no fueron invasores extranjeros los que quieren para sí este terruño bendito, son un grupito de revoltosos que andan siempre viendo de qué se valen para construir barricadas, bloquear calles, gritar consignas ideológicas, estimular el caos y vulnerar el estado de derecho que dicen defender pero en el que definitivamente no creen.
¿No les parece contradictorio que los defensores de la autonomía territorial universitaria se lancen a las calles a realizar bloqueos que impiden a los costarricenses circular por las vías aledañas y totalmente ajenas a ese perímetro que “defienden” como autónomo? ¿Es acaso que la territorialidad de estos independentistas universitarios les faculta también para invadir calles y coartar libertades tan sagradas como la que tienen los ciudadanos de circular libremente?
La Autonomía Universitaria, consignada en todos sus alcances en los artículos 84 y 85 de la Constitución Política y clarificada en el voto 131393 de la Sala Constitucional, no puede seguir siendo manoseada de acuerdo a la verborrea ideológica de cualquier persona y mucho menos, por un puñito de bandidos. Estos, que se dicen “defensores” de la autonomía, deben recordar que los presupuestos que nutren, y que por supuesto deben seguir nutriendo, a las universidades públicas, salen de todos los habitantes de este maravilloso país y que los fueros que la constitución les brinda, excluyen de manera categórica todo aquello relacionado con la seguridad pública y jurídica del país.
Las Universidades Públicas deben seguir investigando de forma autónoma, deben seguir creando opinión en los ciudadanos y deben seguir fortaleciendo el espíritu crítico de sus estudiantes y profesores. Jamás podrán saltarse los lineamientos y las libertades que nos cobijan a todos y por las cuales muchos derramaron hasta la última gota de sangre hace muchísimos años.
En los lamentables hechos del pasado lunes, no se perseguía a nadie por sus ideas, por su pensamiento, por su credo ni por su ideología. Se buscaba a un funcionario público cuestionado, al que supuestamente se le marcaron billetes para poder atraparlo, cosa que no pudo lograrse porque un muy pequeño porcentaje de los estudiantes de la Universidad lo impidieron.
La UCR tiene 50.00 estudiantes y en los hechos acaecidos no se contaban 500 estudiantes. Estos actos deben ser condenados de manera categórica y deben ser de imposible repetición en el futuro.
La autonomía universitaria no puede coartar la libertad de la mayoría. Si se permite, pasaremos más temprano de lo imaginado de la autonomía a la anarquía.