Estamos dolidos por la muerte y la destrucción que ha provocado el terremoto en Vara Blanca, en Cariblanco, en Cinchona.
Al país lo sobrecoge el dolor de las familias que han perdido a una niña o dos, a la pareja, a la madre...
Nos impresiona cómo la tierra se tragó el camino en una zona tan bella, cuyo rostro, cuyos paisajes, parece que han cambiado para siempre.
Iba mucho a Vara Blanca porque su iglesia antigua es una de las más bonitas de Costa Rica. Fui poco antes de Navidad, fui poco después de Navidad y en el momento del terremoto estaba a pocos kilómetros.
Me duele ver cómo le cambió la cara al paisaje, cómo se desgarró la tierra, como se comió la carretera, una soda, una industria entera, un pueblo casi por completo.
El dolor nos obliga a tomar dos caminos: el primero es el de la solidaridad, la compasión, el abrazo, el darnos a los más necesitados. Jesús, Dios hecho hombre, nos dejó dicho que está en los necesitados, los oprimidos, los que viven en la miseria. Dios está ahí, en la zona de la tragedia, llamándonos, esperándonos.
El segundo camino al que nos obliga este dolor de la patria es el de la prevención. Con la naturaleza no se juega. Punto. Si no respetamos a la naturaleza, nos puede salir la jarana en la cara. La naturaleza siempre nos abriga, nos cobija, pero si no respetamos los límites, la factura es sangrienta.
Por eso, es hora de ver qué hacemos con otras zonas que pueden sufrir algo similar o peor. Porque si esto hubiera ocurrido en una zona más poblada, habría generado una tragedia de mayores proporciones, como el Nevado del Ruiz en Colombia, hace un cuarto de siglo.
Primero que todo, atendamos las necesidades de Cinchona, Vara Blanca y Cariblanco. Segundo, pero seguido, pensemos en las zonas que deben recibir, ya mismo, atención para el futuro. Se habla mucho del terremoto de Nicoya. Atendamos el caso. Me preocupa que le hayamos perdido el respeto al Volcán Arenal, y que las construcciones estén a sus pies. Se habla mucho de una laguna que está justo arriba de la ciudad de Cartago, devastada en dos ocasiones por un terremoto y con un volcán que tuvo una actividad enorme hace 35 años. Recordemos lo que pasó en Taras por culpa de una cabeza de agua provocada por el volcán. Me preocupa ver cómo hemos construido pueblos enteros casi encima de los antiguos cauces de los ríos. Los ríos y los volcanes vuelven por sus pasos. Hay que entenderlo.
Costa Rica está lleno de lugares bellísimos, de volcanes hermosos, de lagunas mágicas, de ríos elegantes y cataratas esbeltas. El turismo y nosotros debemos gozar de lo que ofrece el país, pero con más cuidado que el que hemos tenido hasta ahora.
Debemos ayudarles a los hermanos que viven la tragedia. Es un deber cristiano y una obligación con la patria. Debemos tener presente este dolor y no olvidar que tenemos otras zonas que pueden sufrir algo similar en el futuro.
Que Dios bendiga a Costa Rica en medio de esta tragedia.