Miércoles, 27 Enero 2010 18:00

A mayor participación electoral, mayor progreso

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El tema de nuestro desarrollo lo debemos tratar por muchos frentes a la vez, y con sentido de urgencia. Uno de esos frentes es, precisamente, el ejercer nuestro voto de manera prudente, bien cimentado, y reflexionado, pues un abstencionismo radical o un sufragio al azar, para una sana democracia,  no se justifica.

En este sentido, a todas luces, debemos crear en el país una cultura de participación política mediante el ejercicio del deber y el derecho al voto, y, por qué no, mediante una campaña política personal que anime, a quienes están cerca de nosotros, a disponerse a votar para elegir, concientemente, a aquellos ciudadanos quienes van a tomar el timón de un mismo barco.

En este sentido, ya es hora de despojar a la palabra política de ese disfraz de bruja que unos y otros le han puesto. Por la salud de nuestra democracia, debemos tratar de hacer que este evento electoral  les signifique, primero, a quienes están apáticos, un aliciente que los motive a ejercer ese sagrado derecho del sufragio; y, segundo, una luz que nos encamine a hacer la mejor elección para el bien de toda Costa Rica.   

Independientemente de nuestras preferencias políticas o de los resultados de las elecciones, todos los protagonistas de esta Patria debemos transitar por las urnas, con una sólida cultura cívica, para ser partícipes de los cambios sociales, económicos o de gobernabilidad que exige nuestra complejidad política.

Emitir nuestro voto, como una constructiva manera de forjar una Costa Rica más próspera, es un pleno respeto a nuestra institucionalidad y una muestra de que tenemos la capacidad de madurez para alcanzar, con visión de futuro, los acuerdos que nos permitan lograr el gran consenso social que nuestro país necesita.

Nosotros, como electores, debemos enfrentar, con civilidad las venideras elecciones, por ello, debemos resistir la tentación de dejarnos controlar por la resistencia a nuestra participación política, la apatía a emitir nuestro sufragio, la pobreza argumentativa de las campañas mediáticas o la falta de fe en una trasformación positiva en los próximos líderes políticos.

Una auténtica cultura democrática obliga a tender puentes, a alcanzar acuerdos, y una de las maneras de hacerlo es siendo parte activa de estos procesos electorales que se aproximan.
Entonces es momento para que, en los días que restan a los comicios electorales, pongamos a prueba nuestra inteligencia política y nuestra sensibilidad social. El mandato de las urnas no constituye una mera obligación cívica, por el contrario, es una gran oportunidad, un gran derecho que tenemos, para buscar un nuevo gobierno de bien con todo y para todo el pueblo costarricense. 

La sociedad costarricense no puede permitirse el ser reducida a una simple espectadora. Nuestra democracia debe construirse con ciudadanos con mirada crítica, quienes escruten el desempeño de cada uno de los candidatos durante la lucha electoral con el fin de tener las herramientas necesarias para que se incentiven a votar, no sólo por el candidato más carismático, sino por quien, realmente, creemos que podría ser la mejor presidenta o el mejor presidente.  
    
Ojala este próximo siete de febrero sea una gran mayoría quien se decida a votar, porque, entonces, los ciudadanos quienes no voten no estarán en condición de poder criticar a sus autoridades al desperdiciar la oportunidad de lograr una transformación nacional por no ejercer este derecho cívico.

La situación es clara: a mayor participación electoral, mayor progreso para Costa Rica.  ¡Ojala que el pueblo costarricense así lo comprenda!...