Me resultó sumamente interesante un acontecimiento que se dio el pasado 22 de setiembre y que ocurrió en el tramo final que recorren los peregrinos cuando marchan animosos hasta los pies del apóstol Santiago en Compostela.
Se trata de la visita que hiciera ese día al santuario compostelano el científico británico Stephen Hawking. La visita de este reconocido hombre dedicado a la ciencia a la capital gallega se debía a que tenía que retirar el ‘I Premio Fonseca’, que le reconocía su larga y exitosa carrera al servicio de la labor científica.
Aprovechando la visita, Hawking quiso peregrinar hasta el apóstol y aprovechó para pedir al patrón de España tres cosas: esperanza, justicia y paz para todos los seres humanos.
Llama la atención que justamente este científico tan conocido por sus teorías acerca del origen y evolución del universo, haya pedido estas tres cosas.
Primero la esperanza. El modo de mirar la vida de este hombre de ciencia siempre ha estado marcado por esta virtud. No hay duda y basta saber de él lo esencial para entender que es así. Pero este débil científico movido siempre por la esperanza, la pide, además, para todo ser humano.
Verdaderamente que es grande y poco ingenuo es el ser humano que sabe esperar. Esto es, el ser humano que, poniendo todo medio humano y hasta sobrenatural, lucha por andar hacia adelante siempre asociando a ese saber esperar de cada día otra virtud que no vale ni conviene dejar de lado: la fortaleza.
Más Stephen Hawking pidió en Compostela algo más: justicia. Una virtud que puede ser sencillamente dar a cada quien lo suyo y no pedir más de lo merecido. Aunque puede ser también la virtud de las mujeres y los hombres que saben hacer lo que agrada a Dios, tal y como se refiere a ellos la Sagrada Escritura al calificar a ese tipo excepcional de personas al llamarlas ‘justos’.
Finalmente, Hawking pidió paz. Esto es, el orden en la tranquilidad, o bien, el gran producto de evitar la injusticia o si se quiere, el fruto del desarrollo. Paz, una expresión bella que tiene tantas dimensiones y que hoy, faltando en tantas naciones y ciudades, falta también en demasiados corazones.
Al concluir su peregrinación, Hawking dijo estar contento por cuanto había vivido. Y yo además me admiré de otros aspectos que eran denotados por la presencia de este hombre ante el apóstol y su breve ruta en el camino al santuario compostelano: primero, un brillante hombre de ciencia que hace ver su fe sin problema alguno y, segundo, la impresionante manera en que un teórico del origen del cosmos muestra respeto y reverencia ante el Dios creador.
Mucho hay que aprender de este hecho y todos hemos de hacerlo, sobre todo, ciertos personajes que todavía andan por ahí y piensan que hay contradicción entre fe y razón.