El periodismo rural, ya sea en radio como en prensa escrita, exige un nivel de competencia encarnizada. En los pueblos, hay pocas empresas que puedan aportar recursos para un medio de comunicación, y hay que ideárselas para ganar en la lucha franca pero dura.
Por eso, siempre pensé que el caso de don Miguel era excepcional. Periodista empírico, con gran olfato, era un hombre tan decente y tan correcto que nunca permitió que hubiera algún comentario ofensivo para alguien en los medios que dirigió o en sus programas de radio.
Inició en el periodismo en la radio, en Quepos, el pueblo donde nació el 9 de octubre de 1953. Era el mayor en una familia de ocho hermanos, y ante la ausencia del padre le tocó trabajar desde la adolescencia. A los 18 años ya se hizo cargo de su familia.
Con costos pudo terminar la escuela y el colegio. Vendió lotería, también fue vendedor ambulante de vigorón en hojas de banano y se hizo sastre.
Cuando ya tenía unos 30 años, allá por los años 70, empezó como corresponsal de noticiarios de radio, así como corresponsal del desaparecido periódico Excelsior. Después se vino de Quepos, trabajó en el antiguo ahora supermercado Yaohan y terminó trabajando en Bandeco, en Guápiles.
Fue en las bananeras donde se convirtió en un gran promotor del solidarismo, cuya mejor demostración de grandeza fue devolverle armonía y paz social a las plantaciones y sus trabajadores.
Al lado del Padre Claudio Solano, aprendió muchísimo de este movimiento laboral, y fue uno de los motores de la revista de su empresa, La Fajina.
Luego tuvo un noticiario propio en Guápiles, en el pueblo que se convirtió en su tierra y en la mía, fue editor del periódico de otra persona y hace un año cumplió un deseo de toda su vida: fundó su propio medio rural.
Dios se lo llevó hace unas semanas, cuando tenía diez ediciones su periódico El Caribe. Una anécdota que lo sintetiza como persona es que, a pesar de la acostumbrada competencia entre los medios, siempre compartía la información y las fotos con los otros periodistas.
Por ejemplo, mi familia tiene un periódico en Guápiles y cuando mis papás no iban a una actividad o a una conferencia de prensa, él nos facilitaba la información y hasta las fotografías.
Era una excepción a la regla. Para él primero estaba la cooperación y la solidaridad. Para él, la competencia no existía entre colegas.
A pesar de que tuvo participación en periódicos, nunca dejó de ser un hombre de radio, y una de esas personas que aprende el periodismo en la calle pero que lo aprendió muy bien porque ya lo traía en la sangre.
Le hago un homenaje a quien pudo ser mi adversario, pero fue mi compañero, a quien pudo hacerme sentir competencia, pero prefirió hacerme sentir su calor humano y su confianza como persona. ¡Qué gran profesional nos deja!
Que Dios tenga en su santo seno a don Miguel Ángel Castro Morales, quien nos deja a sus 55 años de edad, heredando a la patria una gran obra en periódicos rurales y muchas emisoras de radio.