Tras ser desarrollados en Reino Unido, la producción a gran escala de tomates morados ya está en marcha en Canadá y los primeros 1.200 litros de jugo están listos para ser enviados de vuelta al Reino Unido.
Cuando lleguen serán estudiados para comprobar su potencial alimenticio en el Centro John Innes en Norwich.
El objetivo es llevar a cabo una amplia gama de pruebas al jugo, incluyendo un examen para comprobar si la antocianina, pigmento responsable del color morado de estos tomates, tiene efectos positivos en los seres humanos.
Estudios anteriores han revelado distintos beneficios, entre los que se encuentran sus poderes antiinflamatorios y el retraso del cáncer en ratones.
Como indicamos, estos tomates no nacieron naturalmente en un tomatal, sino que fueron creados en un laboratorio.
La antocianina es el resultado de la transferencia del gen de una planta de boca de dragón. La modificación desencadena un proceso dentro de la planta de tomate que permite que se desarrolle la sustancia dentro de la fruta.
Aunque la invención es británica, las restricciones de alimentos transgénicos de la Unión Europea animaron a los investigadores a buscar algún lugar en el extranjero para desarrollar la tecnología, el país escogido fue Canadá.
A pesar de la oposición que existe alrededor del mundo por los productos modificados genéticamente, los “papás” del tomate morado esperan que su jugo pueda ser aprobado para su venta a los consumidores en América del Norte en tan sólo dos años.
Una pregunta clave es si un producto modificado genéticamente que pueda tener beneficios para la salud influirá en la opinión pública.
Una encuesta realizada en toda la Unión Europea en el año 2010, encontró que los oponentes superaban en número a los partidarios, más o menos tres a uno.
¿Será que los tomates morados harán el cambio?
Eso está por verse.