Dicho lo anterior, partimos entonces del hecho de que desde el punto de vista de política económica, no ha habido un cambio drástico de timón en términos de manejo estratégico. Ha sido manifiestamente clara la intención de la nuevas autoridades de mantener la menor injerencia posible en el control del tipo de cambio, la apuesta por más inversión extranjera directa sigue siendo la punta de lanza de una estrategia de promoción del país en el concierto internacional; y, la búsqueda de instrumentos de movilización social que se traduzcan en generación de empleo y reducción de la pobreza, son las herramientas mediante las cuales el nuevo Gobierno pretende mantener la paz social.
Hay consenso generalizado en el país, de que altos niveles de inversión producen empleo, que el empleo produce incremento en la producción interna y eso mide el nivel de crecimiento de la economía para efectos de imagen interna y externa. Hay convencimiento de que eso reduce la pobreza, incrementa la actividad económica interna y fomenta el consumo.
Pese a que eso es una amenaza desde el punto de vista inflacionario, es preferible lidiar con ese problema que con el desorden social que genera el desempleo y la intranquilidad de la población, que fundamentalmente, necesita tener fuentes de empleo que le permitan mejorar día a día su nivel de vida e ir desarrollando su propio plan estratégico de vida.
El estado sigue lidiando con el ya eterno problema de ejecución de corto plazo. El llamado déficit fiscal, genera serios dolores de cabeza al nuevo Gobierno, sobre todo porque a la hora de intentar plasmar los objetivos trazados en campaña política, se requiere de ese insumo fundamentalpero escaso llamado dinero. El mismo presidente ha sido claro: “No es lo mismo verla venir que bailar con ella”.
Allí, en el déficit y su dificultad de resolverlo por las vías del convenio político y del convencimiento de los sectores, se entraba el aparato estatal, se colapsan todos los esfuerzos por hacer definiciones de largo plazo que permitan de una vez por todas, enrumbar al país por una senda de mayor claridad y real estabilidad económica.
Sin dudad, la situación fiscal del país es el problema inmediato pendiente de resolver. Este problema hace ver en 2015, un aumento en la tasa de interés interna y eso a su vez, podrá impactar no solo la inflación (por el efecto del costo financiero de los recursos en el precio de los bienes) sino también, podría deteriorar la capacidad de crecimiento de la producción.
Hay una amenaza latente de que algunas industrias sigan con esa tendencia migratoria hacia latitudes más baratas. El espejismo aquel de que la mano de obra calificada era el agente de retención de las industrias en el país, pareciera estar desapareciendo y eso debe llamar a una profunda reflexión de parte de todos.
Por lo pronto, sigamos tomando nota con atención y con el deseo de tomar nuestras propias medidas, a fin de aportar a la solución y dejar de ser tal vez el problema. Sigamos haciendo reflexiones económicas, aunque seamos ciudadanos de a pie…