Perdón porque mi contratación cumpliera los principios de publicidad, igualdad, mérito y capacidad.
Perdón también, por intentar cada día dar un servicio público de calidad, aunque muchos piensan que una empresa privada lo podría hacer mejor y más barato.
Perdón por las horas que le he robado a mi familia, capacitándome, actualizando mis conocimientos y manejando los programas que la administración, en su afán de mejorar el servicio público y el control, me proporciona para que ponga al servicio del ciudadano.
Perdón porque mi poder adquisitivo se ha devaluado año a año, mientras fuera de la administración hasta los más tontos se enriquecían y hacían que subiera la inflación, encareciéndome la vida.
Perdón por no haberme sumado a la cultura del pelotazo, por no haberme enriquecido en el sector privado, por haber seguido en mi puesto de trabajo sirviendo al ciudadano, con un sueldo en muchos casos inferior a lo que ganaría “afuera”.
Perdón por no tener un puesto de confianza de algún político avispado, sin antecedentes y nombrado a dedo, con un sueldo millonario.
Perdón en nombre de los que cuidamos de su salud, impartimos justicia, educamos a sus hijos, velamos por su seguridad,
de los que nos jugamos las vida en las catástrofes por salvar la suya, velamos por la construcción de sus calles y por el funcionamiento de sus ciudades, los que trabajamos para que todo esté a punto para que usted se divierta en las fiestas populares
Y en resumen, de todos los que atendemos las necesidades de los ciudadanos desde nuestras grises oficinas,
En nombre de todos nosotros, le pido perdón por tener la desfachatez de ser un buen funcionario público.