Al final de la primera parte del Cuento “La ultima moneda”
Dejamos a Pedro, sin trabajo y sin nada que llevar a su casa en Navidad con una moneda en su mano, obsequiada por un niño que se apiadó de él.
Narrador: Pedro no sabía qué sentir con aquel gesto.
Pedro: ¿Qué hago con esta moneda?, me da vergüenza haberla recibido de ese niño, pero por otro lado tengo algo de dinero. ¿Qué hago? ¿Qué hago?
Narradora: Esa moneda no compraría el alimento suficiente para su familia, pero era lo único que tenía.
Pedro: ¿Qué hago? ¿Qué hago con esta moneda?, podría comprar una hogaza de pan y compartirla con mis hijos en esta noche fría y lluviosa, pero por otro lado, mañana no tendríamos nada qué comer…
Narradora: Y en eso, Pedro tuvo una idea. Se levantó de las escaleras donde estaba sentado y caminó hacia el altar que celebraba el Nacimiento del Señor, y sin levantar siquiera la mirada dejó caer la moneda en el plato de las ofrendas, murmurando con sus tristes labios palabras inteligibles que para nadie tenían significado alguno.
Gente: ¿qué puede tener este hombre para dar?
Nada, no ves que es un pobre diablo….
¿No deberían dejarlo entrar a la iglesia?
Narradora: los feligreses desconfiados siguieron viendo hasta que lentamente Pedro salió de la Iglesia.
NARRADORA: Había dejado de llover. Con un espíritu de optimismo, Pedro caminó el enorme trecho que le llevaba a su rancho. El hambre rugía en su estómago, pero ya había aprendido a ignorarla. Aquel hombre acababa de recuperar su fe, y nada se la podría quitar… ni los jóvenes ebrios que le gritaban groserías desde sus carros modernos, ni los torrentes de agua que los carros levantaban a su paso, y menos el cansancio que sufría por haber pasado todo el día buscando algo que no podía encontrar.
Pedro: Mi corazón me lo dice, mi fe no me defraudará, se que esta es la noche…..la noche en que mi familia y yo dejaremos de sufrir.
Narradora: Al llegar a su humilde hogar ubicado al borde de un río de San José, le recibieron cuatro de sus hijos con caritas llenas de esperanza.
Hijos: papi, papi, ¿nos trajiste algo?, papi, papi… tengo hambre y sed….papi, papi.
Y MAÑANA EL Capitulo final de la ultima moneda, de German Jiménez.
Al final de la primera parte del Cuento “La ultima moneda”
Dejamos a Pedro, sin trabajo y sin nada que llevar a su casa en Navidad con una moneda en su mano, obsequiada por un niño que se apiadó de él.
Narrador: Pedro no sabía qué sentir con aquel gesto.
Pedro: ¿Qué hago con esta moneda?, me da vergüenza haberla recibido de ese niño, pero por otro lado tengo algo de dinero. ¿Qué hago?
¿Qué hago?
Narradora: Esa moneda no compraría el alimento suficiente para su familia, pero era lo único que tenía.
Pedro: ¿Qué hago? ¿Qué hago con esta moneda?, podría comprar una hogaza de pan y compartirla con mis hijos en esta noche fría y lluviosa, pero por otro lado, mañana no tendríamos nada qué comer…
Narradora: Y en eso, Pedro tuvo una idea. Se levantó de las escaleras donde estaba sentado y caminó hacia el altar que celebraba el
Nacimiento del Señor, y sin levantar siquiera la mirada dejó caer la moneda en el plato de las ofrendas, murmurando con sus tristes labios palabras inteligibles que para nadie tenían significado alguno.
Gente: ¿qué puede tener este hombre para dar?
Nada, no ves que es un pobre diablo….
¿No deberían dejarlo entrar a la iglesia?
Narradora: los feligreses desconfiados siguieron viendo hasta que lentamente Pedro salió de la Iglesia.
NARRADORA: Había dejado de llover. Con un espíritu de optimismo, Pedro caminó el enorme trecho que le llevaba a su rancho. El
hambre rugía en su estómago, pero ya había aprendido a ignorarla. Aquel hombre acababa de recuperar su fe, y nada se la podría quitar… ni los jóvenes ebrios que le gritaban groserías desde sus carros modernos, ni los torrentes de agua que los carros levantaban a su paso, y menos el cansancio que sufría por haber pasado todo el día buscando algo que no podía encontrar.
Pedro: Mi corazón me lo dice, mi fe no me defraudará, se que esta es la noche…..la noche en que mi familia y yo dejaremos de sufrir.
Narradora: Al llegar a su humilde hogar ubicado al borde de un río de San José, le recibieron cuatro de sus hijos con caritas llenas de esperanza.
Hijos: papi, papi, ¿nos trajiste algo?, papi, papi… tengo hambre y sed….papi, papi.
Y MAÑANA EL Capitulo final de la ultima moneda, de German Jiménez.