RONNY Bueno y llegamos a nuestra última entrega de la Leyenda sobre La piedra de Aserrí y la bruja Zárate.
ORIETTA: Ayer quedamos cuando Diógenes Olmeido, quien buscaba a su esposa desde hacía años se encontraba cara a cara con la Bruja Zárate, luego de haber podido ingresar a la Piedra de Aserrí.
(YA GRABADO )-¿Qué deseas de mí buen hombre?
Diógenes se armó de valor para contar a la misteriosa señora todas sus atribulaciones, cómo había desaparecido su mujer, su soledad, sus hijos enfermos, la falta de trabajo y comida.
YO - Fue hace dos años señora, que ella y sus amigas salieron de paseo... eran doce con mi mujer; ellas fueron a bañarse al río, y de pronto el misterio, desaparecieron para nunca más volver, ni sus cuerpos encontramos. Se llamaba Lupita de Olmeido.
BRUJA - Hace dos años que la perdiste, si dos años... pero ella y sus amigas no murieron... ¡Ya se qué pasó...!
Venga conmigo jovencito
- Estoy conmovida por tu sufrimiento y como me pediste ayuda en nombre de mi ave favorita, te voy a dar lo que necesitas.
Luego de caminar como una hora, llegaron a un hermoso paraje, donde crecía un árbol de toronjo.
La mujer arrancó doce de sus frutos y se los entregó a Diógenes, al tiempo que le decía:
BRUJA: - Tomá, aquí tenés alimento para tus hijos.
El hombre, sin comprender, abrió la alforja que llevaba al hombro y las echó dentro.
Entonces se oyó un suave aleteo y doce palomas blancas llegaron a posarse en el toronjo.
BRUJA- Ahora podés marchar buen hombre, y mañana, esas palomas blancas te van a dar una sorpresa muy mía, espéralas.
Ya había avanzado el día cuando sus hijos lo divisaron acercándose a la casa, corrieron a su encuentro preguntándole qué les había mandado la señora Zárate.
Diógenes, fingiendo alegría les dió las frutas diciendo que ella se las enviaba para que jugaran y que al día siguiente recibirían la visita de doce palomas blancas, muy lindas que vendrían a jugar con ellos.
Los chicos casi no pudieron dormir esperando que amaneciera, para ver las palomas que según Zárate les traerían una sorpresa.
Y muy temprano en la mañana, con asombro todos descubrieron que las toronjas traídas por su padre, ya no eran simples frutas, sino unas bolas de oro macizo.
No habían salido de su asombro, cuando escucharon el ladrido de perros, el galope de caballos y voces de mujeres, todos corrieron a la puerta y ¡qué sorpresa!
Orietta: ¿Qué era?
Regresaban las doce paseantes que una mañana fueron a la montaña y no regresaron. Lupita venía de primera, desesperada por abrazar a sus hijos y a su marido.
Más tarde las mujeres les contaron que la Bruja Zárate, al verlas bañándose en el río, tuvo la ocurrencia de convertirlas en palomas blancas, para su corte de honor.
¿Y el pavo real?
Bueno, al orgulloso de Pérez Colma, le tiene prometido que en cuanto acepte a convertirse en su esposo, le devolverá su forma humana. Pero el español dice que prefiere ser pavo real prisionero que casarse con semejante mujer.
Adaptación de la Leyenda de La piedra de Aserrí y la bruja Zárate, del libro Leyendas costarricenses del Compilador Elías Zeledón.
RONNY Bueno y llegamos a nuestra última entrega de la Leyenda sobre La piedra de Aserrí y la bruja Zárate.
ORIETTA: Ayer quedamos cuando Diógenes Olmeido, quien buscaba a su esposa desde hacía años se encontraba cara a cara con la Bruja Zárate, luego de haber podido ingresar a la Piedra de Aserrí.
(YA GRABADO )-¿Qué deseas de mí buen hombre?
Diógenes se armó de valor para contar a la misteriosa señora todas sus atribulaciones, cómo había desaparecido su mujer, su soledad, sus hijos enfermos, la falta de trabajo y comida.
YO - Fue hace dos años señora, que ella y sus amigas salieron de paseo... eran doce con mi mujer; ellas fueron a bañarse al río, y de pronto el misterio, desaparecieron para nunca más volver, ni sus cuerpos encontramos. Se llamaba Lupita de Olmeido.
BRUJA - Hace dos años que la perdiste, si dos años... pero ella y sus amigas no murieron... ¡Ya se qué pasó...!
Venga conmigo jovencito
- Estoy conmovida por tu sufrimiento y como me pediste ayuda en nombre de mi ave favorita, te voy a dar lo que necesitas.
Luego de caminar como una hora, llegaron a un hermoso paraje, donde crecía un árbol de toronjo.
La mujer arrancó doce de sus frutos y se los entregó a Diógenes, al tiempo que le decía:
BRUJA: - Tomá, aquí tenés alimento para tus hijos.
El hombre, sin comprender, abrió la alforja que llevaba al hombro y las echó dentro.
Entonces se oyó un suave aleteo y doce palomas blancas llegaron a posarse en el toronjo.
BRUJA- Ahora podés marchar buen hombre, y mañana, esas palomas blancas te van a dar una sorpresa muy mía, espéralas.
Ya había avanzado el día cuando sus hijos lo divisaron acercándose a la casa, corrieron a su encuentro preguntándole qué les había mandado la señora Zárate.
Diógenes, fingiendo alegría les dió las frutas diciendo que ella se las enviaba para que jugaran y que al día siguiente recibirían la visita de doce palomas blancas, muy lindas que vendrían a jugar con ellos.
Los chicos casi no pudieron dormir esperando que amaneciera, para ver las palomas que según Zárate les traerían una sorpresa.
Y muy temprano en la mañana, con asombro todos descubrieron que las toronjas traídas por su padre, ya no eran simples frutas, sino unas bolas de oro macizo.
No habían salido de su asombro, cuando escucharon el ladrido de perros, el galope de caballos y voces de mujeres, todos corrieron a la puerta y ¡qué sorpresa!
Orietta: ¿Qué era?
Regresaban las doce paseantes que una mañana fueron a la montaña y no regresaron. Lupita venía de primera, desesperada por abrazar a sus hijos y a su marido.
Más tarde las mujeres les contaron que la Bruja Zárate, al verlas bañándose en el río, tuvo la ocurrencia de convertirlas en palomas blancas, para su corte de honor.
¿Y el pavo real?
Bueno, al orgulloso de Pérez Colma, le tiene prometido que en cuanto acepte a convertirse en su esposo, le devolverá su forma humana. Pero el español dice que prefiere ser pavo real prisionero que casarse con semejante mujer.
Adaptación de la Leyenda de La piedra de Aserrí y la bruja Zárate, del libro Leyendas costarricenses del Compilador Elías Zeledón.