Sobre la pista, de nada vale el dinero. Cada quien baila lo que baila. Y el swing criollo tiene ahí su más refinado sabor. Hasta dan clases de swing criollo.
Aprender este baile es una experiencia profundamente costarricense. Deberían enseñar swing criollo en las escuelas y en los colegios. Deberían impartirlo como el baile nuestro que es, tan nuestro como el punto guanacasteco y el tambito, pero con una gran diferencia: está vivo, lo que significa que está en evolución constante.
No es raro encontrarse de una semana a otra con grandes sorpresas de los bailarines de este ritmo tan nuestro, siempre reverdecido, siempre joven. Cada ritmo del baile refleja una cultura determinada, un micromundo, un universo exclusivo, y también un espacio subterráneo, intrínseco a sus condiciones.
El swing criollo tiene una manera de encuadernar a la gente en una forma de vestir y de brincar, de sentir la tierra, y de despegarse del piso.
Aunque nació con la misma música, el baile del swing nuestro es distinto al de la cumbia de Colombia. Pudo haber nacido con el feeling del swing de las grandes bandas, pero tampoco se parece a su padre natural.
Hay mundos especialmente exclusivos en el baile, con una personalidad cultural muy acusada, distinta a las demás aunque se trata de ritmos hermanos. Cada ritmo es un cosmos. Ahí está el tango como ejemplo. Y el flamenco. Cuando uno sale a bailar, viaja por el espacio y por el tiempo. Bailar es encontrarse con culturas. Es poner a las culturas a convivir. De pronto está uno en los años 50 en Cuba; en los años 70 en Inglaterra; en los años 80 en Jamaica; a principios del siglo anterior en Argentina o en México; en los 90 en Puerto Rico o en República Dominicana.
El swing criollo remite exclusivamente a Costa Rica. Bailar es el viaje al que todos tienen acceso. Es el viaje en primera clase de las familias más modestas. Es el viaje en cazadora de los ricos y famosos.
Bailar es hablar todos los idiomas con los pies y las manos. Bailar es la mejor manera de decir todo sin palabras. Nació con el génesis. Nació con Dios, en el principio de los tiempos…
Colaboración del periodista Camilo Rodríguez Chaverri
Karymar es la capital del mundo para quienes amamos el swing criollo. Es un recinto que sintetiza el sentido de la democracia en Costa Rica.
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