Mañana se conmemoran ciento cincuenta y un años del fusilamiento de nuestros héroes Juan Rafael Mora Porras y José María Cañas Escamilla.
Hoy compartimos dos anécdotas que retratan a la vez la sencillez y la grandeza de don Juanito Mora.
La primera ocurre en 1858, cuando don Juanito, Presidente de la República, acompañó a Nicaragua al diplomático francés Félix Belly para reunirse con el presidente Tomás Martínez.
A su paso por Puntarenas, ocurre esta anécdota, relatada por el enviado francés:
“Al día siguiente, a eso de las seis de la tarde, caminábamos por la calle principal de la ciudad.
Una mujer joven se levantó al pasar el presidente, llamándole “Don Juanito”.
En la casa había otras personas, entre ellas dos jóvenes solteras. Trajeron sillas y guitarras. Las mujeres se sentaron en las gradas, una joven se puso a cantar y los transeúntes se detenían para escuchar.
Llegaron otras mujeres a saludar al señor Mora, llamándole todas “Don Juanito”.
No había ya bastantes sillas.
El señor Mora aprovechó para sentarse en la primera grada de la escalera, y el concierto siguió hasta las once, sin ceremonias, en una atmósfera de cordialidad, de modestia y bondad que solo era igualada por la sencillez del jefe del Estado”.
La segunda anécdota ocurrió tras el golpe de Estado de agosto de 1859.
Exilado en El Salvador, Don Juanito viajó a Nueva York acompañado por su sobrino Manuel Argüello Mora y su amigo, el banquero argentino Crisanto Medina.
Un domingo a mediodía en la avenida Broadway, los tres contemplaban un desfile de las logias masónicas.
De súbito se asustó un caballo y atropelló a varias personas, incluyendo a “una jovencita morena, muy flaca y pálida, de ojos y cabellos negros, que parecía tener quince o dieciséis años”, quien gritaba pidiendo auxilio.
Al instante los tres se lanzaron a rescatarla, y más tarde la acompañaron a su casa.
Pues esta muchacha resultó ser cantante e invitó a don Juanito y sus acompañantes a un concierto suyo y hasta ofreció venir a dar clases de piano y canto a Costa Rica.
Como don Manuel Argüello relató en sus memorias, nunca se imaginó que aquella jovencita flaca y pálida fuera la soprano Adelina Patti, quien llegó a ser la soprano mejor pagada del mundo en su época.
Colaboración de Luko Hilje Quirós.
Mañana se conmemoran ciento cincuenta y un años del fusilamiento de nuestros héroes Juan Rafael Mora Porras y José María Cañas Escamilla.
Hoy compartimos dos anécdotas que retratan a la vez la sencillez y la grandeza de don Juanito Mora.
La primera ocurre en 1858, cuando don Juanito, Presidente de la República, acompañó a Nicaragua al diplomático francés Félix Belly para reunirse con el presidente Tomás Martínez.
A su paso por Puntarenas, ocurre esta anécdota, relatada por el enviado francés:
“Al día siguiente, a eso de las seis de la tarde, caminábamos por la calle principal de la ciudad.
Una mujer joven se levantó al pasar el presidente, llamándole “Don Juanito”.
En la casa había otras personas, entre ellas dos jóvenes solteras. Trajeron sillas y guitarras. Las mujeres se sentaron en las gradas, una joven se puso a cantar y los transeúntes se detenían para escuchar.
Llegaron otras mujeres a saludar al señor Mora, llamándole todas “Don Juanito”.
No había ya bastantes sillas.
El señor Mora aprovechó para sentarse en la primera grada de la escalera, y el concierto siguió hasta las once, sin ceremonias, en una atmósfera de cordialidad, de modestia y bondad que solo era igualada por la sencillez del jefe del Estado”.
La segunda anécdota ocurrió tras el golpe de Estado de agosto de 1859.
Exilado en El Salvador, Don Juanito viajó a Nueva York acompañado por su sobrino Manuel Argüello Mora y su amigo, el banquero argentino Crisanto Medina.
Un domingo a mediodía en la avenida Broadway, los tres contemplaban un desfile de las logias masónicas.
De súbito se asustó un caballo y atropelló a varias personas, incluyendo a “una jovencita morena, muy flaca y pálida, de ojos y cabellos negros, que parecía tener quince o dieciséis años”, quien gritaba pidiendo auxilio.
Al instante los tres se lanzaron a rescatarla, y más tarde la acompañaron a su casa.
Pues esta muchacha resultó ser cantante e invitó a don Juanito y sus acompañantes a un concierto suyo y hasta ofreció venir a dar clases de piano y canto a Costa Rica.
Como don Manuel Argüello relató en sus memorias, nunca se imaginó que aquella jovencita flaca y pálida fuera la soprano Adelina Patti, quien llegó a ser la soprano mejor pagada del mundo en su época.
Colaboración de Luko Hilje Quirós.