¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?.
Una semana después, el caballo volvió con una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Pero les respondió:
¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador se limitó a decir:
¿Mala suerte?, ¿Buena Suerte?, ¿Quién sabe?
Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo.
Todo lo sucedido habría sido ¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?, ¿Quién sabe?
Todo lo que a primera vista parece un contratiempo puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser dañino. Una postura sabia es que dejemos a al tiempo decir lo que es buena suerte y mala suerte, y agradezcamos cuando las cosas se convierten en bien cuando en un principio no lo parecen así.