Viernes, 14 Enero 2011 05:41

DAVID LIVINGSTONE

Escrito por
David Livingstone, es reconocido como uno de los grandes exploradores del siglo 19.
Livingstone era un escocés de origen humilde que se abrió camino a fuerza de voluntad, compaginando desde niño el trabajo en una fábrica de algodón, con los estudios nocturnos.
Fue un autodidacta en todo. Aprendió latín casi solo y consiguió terminar la carrera de médico con gran esfuerzo, con la idea de convertirse en predicador evangélico, y se dio cuenta de que su tarea era la de convertir a los nativos al cristianismo, explorando el interior de África.
Durante 15 años realizó repetidas incursiones por el norte, más allá del desierto de Kalahari, muchas de ellas acompañado de su esposa, Mary Moffat, y sus tres niños pequeños.
Cuando Mary dio a luz su cuarto retoño, el explorador-misionero llegó a la conclusión de que su familia necesitaba estabilidad, educación y seguridad. No era soportable una vida como la suya. En consecuencia los envió a Escocia. Una vez solo, Livingstone se sintió libre de ataduras para entregarse a fondo a su objetivo: "Abriré un camino hacia el interior o pereceré..."dijo
En 1866 Livingstone partió, como muchos exploradores antes que él, para encontrar la verdadera fuente del Nilo. Livingstone no paró en su empeño, pero no llegó a encontrarlo. Su salud estaba hecha una ruina. Padecía de malaria, estaba esquelético y los dientes se le caían...
A partir de aquí, estuvo sin dar señales de vida durante varios años. En Inglaterra y Estados Unidos se especulaba con que podía haber muerto.
Con este fin, encontrar al desaparecido doctor, el periódico neoyorquino, New York Herald, envió a su reportero estrella, Henry Morton Stanley, a Africa.
Tras una larga odisea, plagada de mortales peligros, Stanley, al mando de una gran expedición, consiguió entrar en Uyiyi al mediodía del 10 de noviembre de 1871.
El periodista iba vestido con traje de franela, recién planchado, y llevaba puestas unas botas muy bien lustradas. Estaba nervioso. En el centro de la plaza del poblado se encontró con un anciano blanco, muy desmejorado de aspecto, que le esperaba de pie. Entonces se produjo el mítico encuentro. Stanley se inclinó y dijo:
-¿El doctor Livingstone, supongo?
-Sí.
-Doctor, doy gracias a Dios por haberme permitido encontrarlo.
El doctor Livingstone y Stanley se hicieron grandes amigos, Dieciocho meses después, la disentería crónica acabó con la vida del gran explorador.
Sus sirvientes negros, Susi y Chuma, enterraron su corazón y sus entrañas al pie de un árbol, en el que escribieron: "El doctor Livingstone murió el 4 de mayo de 1873".
El cadáver lo secaron al sol. A continuación, con muchísimo cuidado, lo envolvieron en tiras de percal y corteza de árbol y lo cosieron en una pieza de lona. Amortajado de esta improvisada manera, lo transportaron hasta la costa.
Fue una caminata de 1.600 kilómetros, en su mayoría por territorio hostil, y tardaron más de un año en completarla. Desde la costa Livingstone fue llevado en barco hasta Inglaterra, donde descansa en la Abadía de Westminster.
David Livingstone, es reconocido como uno de los grandes exploradores del siglo 19.
Livingstone era un escocés de origen humilde que se abrió camino a fuerza de voluntad, compaginando desde niño el trabajo en una fábrica de algodón, con los estudios nocturnos.
Fue un autodidacta en todo. Aprendió latín casi solo y consiguió terminar la carrera de médico con gran esfuerzo, con la idea de convertirse en predicador evangélico, y se dio cuenta de que su tarea era la de convertir a los nativos al cristianismo, explorando el interior de África.
Durante 15 años realizó repetidas incursiones por el norte, más allá del desierto de Kalahari, muchas de ellas acompañado de su esposa, Mary Moffat, y sus tres niños pequeños.
Cuando Mary dio a luz su cuarto retoño, el explorador-misionero llegó a la conclusión de que su familia necesitaba estabilidad, educación y seguridad. No era soportable una vida como la suya. En consecuencia los envió a Escocia. Una vez solo, Livingstone se sintió libre de ataduras para entregarse a fondo a su objetivo: "Abriré un camino hacia el interior o pereceré..."dijo
En 1866 Livingstone partió, como muchos exploradores antes que él, para encontrar la verdadera fuente del Nilo. Livingstone no paró en su empeño, pero no llegó a encontrarlo. Su salud estaba hecha una ruina. Padecía de malaria, estaba esquelético y los dientes se le caían...
A partir de aquí, estuvo sin dar señales de vida durante varios años. En Inglaterra y Estados Unidos se especulaba con que podía haber muerto.
Con este fin, encontrar al desaparecido doctor, el periódico neoyorquino, New York Herald, envió a su reportero estrella, Henry Morton Stanley, a Africa.
Tras una larga odisea, plagada de mortales peligros, Stanley, al mando de una gran expedición, consiguió entrar en Uyiyi al mediodía del 10 de noviembre de 1871.
El periodista iba vestido con traje de franela, recién planchado, y llevaba puestas unas botas muy bien lustradas. Estaba nervioso. En el centro de la plaza del poblado se encontró con un anciano blanco, muy desmejorado de aspecto, que le esperaba de pie. Entonces se produjo el mítico encuentro. Stanley se inclinó y dijo:
-¿El doctor Livingstone, supongo?
-Sí.
-Doctor, doy gracias a Dios por haberme permitido encontrarlo.
El doctor Livingstone y Stanley se hicieron grandes amigos, Dieciocho meses después, la disentería crónica acabó con la vida del gran explorador.
Sus sirvientes negros, Susi y Chuma, enterraron su corazón y sus entrañas al pie de un árbol, en el que escribieron: "El doctor Livingstone murió el 4 de mayo de 1873".
El cadáver lo secaron al sol. A continuación, con muchísimo cuidado, lo envolvieron en tiras de percal y corteza de árbol y lo cosieron en una pieza de lona. Amortajado de esta improvisada manera, lo transportaron hasta la costa.
Fue una caminata de 1.600 kilómetros, en su mayoría por territorio hostil, y tardaron más de un año en completarla. Desde la costa Livingstone fue llevado en barco hasta Inglaterra, donde descansa en la Abadía de Westminster.