¿Si una empresa farmacéutica crea un medicamento a partir de un árbol de la Amazonia, debe compensar a la comunidad que descubrió las propiedades de la planta? ¿Quién debe afrontar el costo de preservar los ecosistemas?
Éstas son algunas de las preguntas que deberán responder representantes de más de 190 países reunidos en Nagoya, Japón, en la Cumbre de Biodiversidad.
Uno de los temas más controvertidos en Nagoya es el llamado protocolo ABS, siglas en inglés de Access and Benefit Sharing, con el que se busca regular el acceso a los recursos genéticos de las plantas y el reparto de los beneficios que se logren a partir de ellas.
La importancia de lo que está en juego queda en claro con el ejemplo del cactus conocido como "hoodia", usado durante siglos por las poblaciones San del desierto de Kalahari, en África, para aliviar el hambre.
La industria farmacéutica descubrió que las propiedades del cactus se podían utilizar para combatir la obesidad y comenzó a comercializar productos derivados de la planta, tanto sintéticos como naturales.
Cuando se inició este proceso nadie reconocía que el descubrimiento de las propiedades de la planta fue hecho por las poblaciones San del Kalahari, que no recibieron compensación.
Hasta hoy el acceso a los recursos genéticos de las plantas no ha sido regulado y eso ha generado una enorme desigualdad en el reparto de beneficios
Gonzalo Oviedo, Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza indicó que : "Fue sólo a lo largo de los años que se lograron acuerdos entre el gobierno de Sudáfrica, las comunidades y las empresas farmacéuticas para establecer un régimen de beneficios y determinar que la propiedad intelectual del descubrimiento de las propiedades les pertenece a las comunidades. Eso es lo que se busca con el protocolo",
Sin embargo los miembros de la industria farmacéutica también tienen su posición:
"Ya gastamos enormes cantidades de dinero en investigación para desarrollar medicamentos. Costos adicionales por pago de regalías cambiarían completamente el panorama. Y podrían hacer que la búsqueda de nuevos productos pierda impulso", dice Yuji Watanabe, director de propiedad intelectual de Astellas Pharma, la segunda empresa farmacéutica de Japón.
La controversia está planteada: por un lado el beneficio que merecen los pueblos por descubrir los beneficios de un producto que nace en su tierra.
Y por el otro: la necesidad de impulsar la investigación farmacéutica para encontrar la cura a diferentes tipos de males.
¿Qué pesa más?.
¿Si una empresa farmacéutica crea un medicamento a partir de un árbol de la Amazonia, debe compensar a la comunidad que descubrió las propiedades de la planta? ¿Quién debe afrontar el costo de preservar los ecosistemas?
Éstas son algunas de las preguntas que deberán responder representantes de más de 190 países reunidos en Nagoya, Japón, en la Cumbre de Biodiversidad.
Uno de los temas más controvertidos en Nagoya es el llamado protocolo ABS, siglas en inglés de Access and Benefit Sharing, con el que se busca regular el acceso a los recursos genéticos de las plantas y el reparto de los beneficios que se logren a partir de ellas.
La importancia de lo que está en juego queda en claro con el ejemplo del cactus conocido como "hoodia", usado durante siglos por las poblaciones San del desierto de Kalahari, en África, para aliviar el hambre.
La industria farmacéutica descubrió que las propiedades del cactus se podían utilizar para combatir la obesidad y comenzó a comercializar productos derivados de la planta, tanto sintéticos como naturales.
Cuando se inició este proceso nadie reconocía que el descubrimiento de las propiedades de la planta fue hecho por las poblaciones San del Kalahari, que no recibieron compensación.
Hasta hoy el acceso a los recursos genéticos de las plantas no ha sido regulado y eso ha generado una enorme desigualdad en el reparto de beneficios Gonzalo Oviedo, Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza indicó que : "Fue sólo a lo largo de los años que se lograron acuerdos entre el gobierno de Sudáfrica, las comunidades y las empresas farmacéuticas para establecer un régimen de beneficios y determinar que la propiedad intelectual del descubrimiento de las propiedades les pertenece a las comunidades. Eso es lo que se busca con el protocolo",
Sin embargo los miembros de la industria farmacéutica también tienen su posición:
"Ya gastamos enormes cantidades de dinero en investigación para desarrollar medicamentos. Costos adicionales por pago de regalías cambiarían completamente el panorama. Y podrían hacer que la búsqueda de nuevos productos pierda impulso", dice Yuji Watanabe, director de propiedad intelectual de Astellas Pharma, la segunda empresa farmacéutica de Japón.
La controversia está planteada: por un lado el beneficio que merecen los pueblos por descubrir los beneficios de un producto que nace en su tierra.
Y por el otro: la necesidad de impulsar la investigación farmacéutica para encontrar la cura a diferentes tipos de males.
¿Qué pesa más?.