Sábado, 09 Abril 2011 21:53

Ana y Carlos Polanco

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Parecen hechos con una madera invencible por el fuego, la humedad, la polilla, el comején y el tiempo…
Don Carlos Polanco tiene 95 años y doña Ana Polanco tiene 93, y todavía son quienes atienden su pulpería, a un costado de la plaza de futbol de Puerto Jiménez, al otro lado del Golfo Dulce, en Golfito.
Don Carlos es limonense y doña Ana, santacruceña. Realmente, doña Ana se llama Anita Eudocia Gutiérrez Gutiérrez, pero todo el mundo la conoce con el apellido de su marido.
Él nació el 4 de setiembre de 1914 y ella el 1 de marzo de 1916.
Esta pareja de hijos de migrantes chinos tiene 73 años de estar en Puerto Jiménez.
Llegaron a la zona recién casados. Él tenía 22 años y ella, 20.
“Llegamos con la fiebre del oro. Vinimos a lavar oro, como llamamos aquí. Llegamos a un lugar que se llama Madrigal, y en ese tiempo, anduvimos toda la zona de Corcovado a pie, yo calculo que son unos 40 kilómetros”, cuenta doña Anita.
“Se conseguía bastante oro en la zona. Todas las semanas, salíamos en la avioneta de los Murray o de los Macaya. En ese tiempo, se podía salir de Puerto Jiménez sólo en barco o en avioneta. Por aire era la única manera de salir en poco tiempo”, agrega don Carlos.
Aunque ya están muy grandes de edad, se sienten muy orgullosos de su buena salud.
“Yo padezco sólo del corazón, pero mi relojito me da para el gasto. Mi marido padeció de la próstata pero ya está bien. Yo padezco de los callos y de una rodilla, pero son males de vieja, nada más”, comenta doña Anita.
Cuando les pregunto por su estabilidad matrimonial, concuerdan en que siempre se han querido mucho. “A él antes le gustaba tomar, pero yo no tenía tiempo para pelear. Teníamos mucho trabajo que hacer. Tuvimos ocho hijos,. Había que trabajar mucho, así que no había tiempo para discutir. Después de todo, él se fue componiendo solito”.
Doña Anita me atiende en su pulpería. Es la reina del mostrador. Se sabe los precios de memoria y hace las cuentas en un papelito, sin calculadora. “No hago cuentas con máquina. No me gusta. Desconfío de la máquina esa. Mi cabeza todavía funciona.
Colaboración del periodista Camilo Rodríguez Chaverri
Parecen hechos con una madera invencible por el fuego, la humedad, la polilla, el comején y el tiempo…
Don Carlos Polanco tiene 95 años y doña Ana Polanco tiene 93, y todavía son quienes atienden su pulpería, a un costado de la plaza de futbol de Puerto Jiménez, al otro lado del Golfo Dulce, en Golfito.
Don Carlos es limonense y doña Ana, santacruceña. Realmente, doña Ana se llama Anita Eudocia Gutiérrez Gutiérrez, pero todo el mundo la conoce con el apellido de su marido.
Él nació el 4 de setiembre de 1914 y ella el 1 de marzo de 1916.
Esta pareja de hijos de migrantes chinos tiene 73 años de estar en Puerto Jiménez.
Llegaron a la zona recién casados. Él tenía 22 años y ella, 20.
“Llegamos con la fiebre del oro. Vinimos a lavar oro, como llamamos aquí. Llegamos a un lugar que se llama Madrigal, y en ese tiempo, anduvimos toda la zona de Corcovado a pie, yo calculo que son unos 40 kilómetros”, cuenta doña Anita.
“Se conseguía bastante oro en la zona. Todas las semanas, salíamos en la avioneta de los Murray o de los Macaya. En ese tiempo, se podía salir de Puerto Jiménez sólo en barco o en avioneta. Por aire era la única manera de salir en poco tiempo”, agrega don Carlos.
Aunque ya están muy grandes de edad, se sienten muy orgullosos de su buena salud.
“Yo padezco sólo del corazón, pero mi relojito me da para el gasto. Mi marido padeció de la próstata pero ya está bien. Yo padezco de los callos y de una rodilla, pero son males de vieja, nada más”, comenta doña Anita.
Cuando les pregunto por su estabilidad matrimonial, concuerdan en que siempre se han querido mucho. “A él antes le gustaba tomar, pero yo no tenía tiempo para pelear. Teníamos mucho trabajo que hacer. Tuvimos ocho hijos,. Había que trabajar mucho, así que no había tiempo para discutir. Después de todo, él se fue componiendo solito”.
Doña Anita me atiende en su pulpería. Es la reina del mostrador. Se sabe los precios de memoria y hace las cuentas en un papelito, sin calculadora. “No hago cuentas con máquina. No me gusta. Desconfío de la máquina esa. Mi cabeza todavía funciona.
Colaboración del periodista Camilo Rodríguez Chaverri
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