Domingo, 14 Julio 2002 18:00

¿a quien creerle?

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Hace varios meses se produjo la escandalosa quiebra de la multinacional ENRON, cuyas ramificaciones abarcaban muchas áreas de las finanzas internacionales Pero esta quiebra tuvo algo singular, diferente de quiebras anteriores Y fue la participación de otra multinacional: Andersen, empresa dedicada a la auditoría de estados financieros. Como lo advirtiera en su momento el analista costarricense Carlos Denton; de comprobarse la participación de los ejecutivos de Andersen en la quiebra fraudulenta de ENRON, ya fuera ocultando o falseando estados financieros... ., la quiebra de la propia empresa auditora Andersen sería solo la primera de las bajas en esta catástrofe anunciada Para comenzar, esa complicidad pone en tela de juicio a un estilo de negocios muy corriente, pero de dudosa moralidad: Y es el que se cocina cuando la misma empresa encargada de auditar o certificar los estados financieros, es a la vez beneficiaria de jugosos contratos de asesorías del mismo cliente En ese caso, hay un evidente interés de la empresa que audita, en mantener funcionando el negocio de su cliente. Y eso es lo que pasó en el caso de ENRON. Y antes de un mes de la advertencia de Denton, los titulares de la prensa internacional se sacudían de nuevo; ... esta vez con el escándalo de WorldCom, el gigante de las telecomunicaciones a nivel mundial. ¿Y en que consiste este nuevo escándalo? En palabras sencillas, en presentar estados financieros inflados para mantener la confianza de los accionistas, mientras la multinacional se hundía como el Titanic. Por las proporciones del fraude, que alcanzan los miles de millones de dólares en cada uno de los casos, el daño causado al sistema financiero es mucho más grande que la quiebra de ambas empresas. Para los analistas más rigurosos, aquí está en juego la misma credibilidad de todo el sistema de inversiones por acciones, la base del sistema financiero mundial, Si se pierde la confianza en los auditores y los controles externos, todo el sistema accionario empieza a derrumbarse. Porque alguien lo dijo ya hace tiempo: “no hay nada mas desconfiado ni miedoso que un millón de dólares”