La radio costarricense la compone un número muy amplio de pequeños y medianos concesionarios de las frecuencias, que dan trabajo a muchos costarricenses y cumplen una labor esencial en la comunicación y el entretenimiento de nuestra población. Es uno de los medios más ágiles, dinámicos y cercanos a la gente y sus necesidades; el de mayor cobertura nacional y de mayor acceso económico a los costarricenses.
Hoy debo salir en su defensa y apoyar decididamente la campaña que libra para salvaguardar el derecho que tenemos todos de escuchar la música que producen los distintos creadores, autores, cantautores e intérpretes, a quienes la radio sirve de manera gratuita para que se mantengan cantándole a quienes disfrutamos de sus creaciones.
No es, ni fue ni puede ser jamás, el espíritu ni el sentido de este legislador, y se que de la mayoría de los y las diputadas de la actual Asamblea Legislativa, producir normas que fueran en detrimento de este sector tan especial, afectando derechos de todos los costarricenses y creando un peaje obligatorio a favor de las casas disqueras, en su mayoría grandes transnacionales, cada vez que se transmite una canción.
Cuando se aprobaron las leyes complementarias del TLC, las leyes de propiedad intelectual fueron de las que más causaron dudas, algunas de ellas que aparecían a veces envueltas en sombras que levantaban nuestras sospechas. Dichas normas aparecían rebasando las exigencias mismas del TLC, como en el caso de las penas, y un TLC plus.
Se afirmó entonces que ninguna de estas normas limitarían derechos por sobre la tutela efectiva de la actividad creadora, generadora de valor en cada territorio, un campo donde obviamente los “socios” desarrollados tenían una ventaja con estándares definidos en marcas, patentes y derechos de autor donde los derechos de los creadores quedan subsumidos en los derechos de las grandes corporaciones transnacionales.
Con respecto a la música y canciones que se transmiten en la radio, hoy aquí se está dando una interpretación que parece confirmar esa presunción o sospecha que entonces teníamos algunos. De ser así, se debe volver a revisar la ley para impedir que se haga una injusticia contra la radio costarricense. El derecho a la música es el derecho a la felicidad.
Vivimos un momento en que se ha producido la más extraordinaria concentración de la riqueza en nuestro país, jalonada por un capitalismo salvaje que hoy provoca la ruina del industriales, agricultores, profesionales, empresarios grandes pequeños y medianos.
Debemos impedir que una supuesta tutela de los derechos de los creadores intelectuales, autores, cantautores e intérpretes no sea el derecho de las transnacionales disqueras que son las que explotan a dichos autores.
Precisamente en defensa de los artistas nacionales estaré presentando un proyecto de ley para asegurar los derechos laborales de este importantísimo sector nacional, al que también le interesa que la radio siga siendo el medio democrático por el cual llegan al público, y se promueven, sus creaciones y ejecuciones, que enriquecen nuestra cultura popular y entretienen a la sociedad.