Mwari, el ser supremo, es el dios de la fertilidad, el que regala la lluvia, y les da agua a los hombres.
Mwari es hombre y mujer.
Como mujer, se funde en el pozo, en la oscuridad y el misterio. Es dueña de las profundidades.
Como hombre, es dueño de los cielos, dios de la luz, padre de la creación y de los rayos.
Mwari creó a Musikavanhu a su imagen y semejanza, y después lo envió a la tierra.
Mwari envió también una gran piedra, y de esa piedra nació el agua. Y ese lugar se llamó Matopos, la piedra del pozo.
Musikavanhu conoció el mundo, los pájaros y los animales.
Mwari le habló desde el cielo, y le dijo que podía andar por toda la tierra, comer todas las frutas y vegetales, pero no matar ni comer a los animales.
Tampoco los animales podían matarse entre sí.
Pero Musikavanhu no podía estar solo.
Mwari le dijo que fuera a Matopos, y allí, sentada cerca del agua, Musikavanhu vio a una bella mujer.
Mwari le dijo que esa era su mujer, que debía ser amable con ella y que juntos debían consagrar un día del mes para venerar a Mwari, su dios.
Si eso hacía, y si enseñaba a sus hijos a hacer lo mismo, un día regresaría al cielo. De otra manera los castigaría.
Musikavanhu y su familia vivieron felices durante mucho tiempo, en paz con los animales...
Pero un día sus hijos bebieron vino, se embriagaron y se volvieron vanidosos.
Y le dijeron a los demás hombres y a los animales:
Mwari, nuestro dios, ha muerto. Uno de nosotros debe ser el dios desde ahora.
Mwari les advirtió, pero ellos ya no le escuchaban.
Mwari se encolerizó: maldijo la tierra, convirtió en salada toda el agua de Matopos, secó la tierra y crecieron espinas.
Cuando vino la lluvia, los ríos inundaron las casas de los hombres y los cocodrilos se comieron a sus hijos.
Y de rabia y de dolor, los hombres comenzaron a matarse unos con otros.
Eso dijo Mwari, y así ha sido desde entonces.
Leyenda africana del pueblo shona, en Zimbabwe, recopilada por el profesor Harold Scheub, de la Universidad de Wisconsin