La Organización de las Naciones para la Alimentación y la Agricultura, FAO, prometió hace casi treinta años:
"En seis años no habrá un hombre, mujer o niño que vaya a la cama con el estómago vacío".
Veinte años después, el número de hambrientos sigue aumentando.
De nuevo, hace seis años, la FAO vuelve a la carga:
"En el año dos mil quince, el número de personas que sufren hambre en el mundo disminuirá a la mitad".
Este año, más de treinta millones de personas morirán de hambre.
Y ochocientos millones de personas pasan hambre todos los días.
Los efectos del hambre son devastadores:
producen enfermedades y millones de muertes por año;
las familias pobres gastan sus escasos recursos en salud;
limita la capacidad de aprendizaje en los niños,
bloquea la productividad
impide que los individuos desarrollen sus potencialidades;
y le roba a los países los medios para conseguir un nivel mínimo de desarrollo económico.
Y la ironía es que, con la actual producción agrícola, se puede alimentar al doble de la población mundial,
Nunca en la historia de la humanidad, la concentración de la riqueza fue tan marcada como ahora.
Por ejemplo, el maíz que se usa para alimentar ganado en California alcanza para alimentar a todos los hambrientos de Zambia, país que sufre de hambrunas permanentes.
En Brasil, país con más de cincuenta millones de pobres, el uno por ciento de los propietarios posee más del cuarenta por ciento de las tierras cultivables.
Las doscientos veinticinco mayores fortunas del mundo suman más de un millón de millones de dólares,
O sea, lo que ganan casi tres mil millones de personas.
y a manera de ejemplo, la fortuna de Bill Gates equivale a la de ciento cincuenta millones de estadounidenses pobres.
La capacidad productiva de la humanidad puede dar de comer a todos
los habitantes del planeta.
El problema es saber repartirlos.
Datos tomados del articulo: Mentiras sobre el hambre, de Emir Sader, publicado en el periódico Jornal do Brasil.