Jueves, 02 Julio 2009 18:00

Los valores guía.

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A veces pasan cosas buenas entre nosotros. Cosas que nos hacen pensar que no todo está perdido. El ejemplo que dan algunos ganaderos del norte del país al solidarizarse con un colega empobrecido por la acción de la naturaleza; o bien, la rectitud mostrada por unos policías municipales que dicen un no rotundo a un pago ilegal que les sugería no mirar un delito y dejarlo pasar. Cosas como estas nos alegran y desearíamos que fueran más frecuentes.

  Hoy día es necesario que busquemos vías para multiplicar estos gestos ejemplares. Y lo es porque también es urgente que las nuevas generaciones se den cuenta de que la virtud debería ser la común y que los actos ejemplares sí existen y que son más  frecuentes de lo que suponemos.

  Una vía para hacer que estos gestos se multipliquen es animando la educación en valores universalmente aceptados y exigidos en justicia a todo ser humano. Valores que, por ejemplo, Adela Cortina ha llamado valores guía.

  Elevar la temperatura ética de la sociedad de hoy es urgente y este camino podría ser viable como esfuerzo de todos. Probablemente los gestos ejemplares, como los que hemos mencionado antes, llegarían así a aumentar sin cesar.

  Esos valores guía, tema que debería ser urgente en la formación cívica de las nuevas generaciones y, sin embargo, tan poco abordado, son la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto activo y el diálogo.

  No hay duda de que una comprensión adecuada y equilibrada de la libertad haría a la sociedad un lugar más acondicionado para vivir y convivir, cada quien sabría que se es libre para la virtud y no para abusar de nada ni de nadie. Es claro que la promoción de la igualdad entre seres humanos es esencial hoy día y, por otra parte, resulta innegable que la solidaridad es un valor que siempre es urgente y aún más en condiciones de crisis y recesión como la presente.

  Hablar de respeto activo es más que hablar de tolerancia. Es un valor que lleva a ponerse en el lugar del otro, no solo soportarlo. Se trata de asumir el reto de respetar las diferencias con todo lo que ello implica de empatía real, evitando poses hipócritas.

  Finalmente, el diálogo es, en cualquier sociedad democrática y civilizada, una necesidad. Vivido desde el hogar mismo y de ahí hasta las instancias más complejas de la sociedad, muestra madurez y gran capacidad de convivencia sana.

  Promovamos estos valores guía. El resultado será nuevos y muchos gestos ejemplares y, además, nuevas generaciones convencidas de que es mejor ser virtuoso que vicioso, que resulta mucho más plenificante optar por el bien que por lo que es menos humano.  Hagamos el intento.