“Los nicaragüenses son chinas perdidas en un campo lleno de otras chinas, pero que se creen rosas.
“Muchos terminan matando y haciendo cosas malas, pero no todos merecen que los juzguen, n tampoco los ticos merecemos creernos más, ni superiores que ellos.”
Estas palabras, tomadas de una redacción de una alumna del colegio Saint Clare vienen, en el libro “Otros Amenazantes” del doctor Carlos Sandoval, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica, publicado ya hace algunos años
El libro no es de una lectura fácil ni cómoda, pues, con sólidas argumentaciones científicas, nos va demostrando cómo la mayor parte de los conceptos que los costarricenses hemos construidos sobre la inmigración nicaragüense, no son más que simples prejuicios raciales y étnicos,
Muy similares a los que han experimentado, a través de la historia, los pueblos receptores de migraciones extranjeras debidas a cataclismos sociales o naturales.
De paso, el doctor Sandoval se lanza contra mitos tan queridos al tico como la singularidad costarricense, y nuestra supuesta superioridad racial y cultural.
Así se explica que, cuando a un tico le cuentan de un crimen horrible, lo primero que dice es:
“Seguro son nicas”
y de como la palabra NICA, en boca de un tico, se usa para insultar o para atribuir a alguien algún defecto.
Y de la presunta responsabilidad que le cabe a los medios de comunicación y a las autoridades de gobierno, en la creación y difusión de esos mitos y prejuicios.
De manera implacable, el doctor Sandoval llega incluso a rescatar afirmaciones francamente racistas de algunas figuras muy respetadas de nuestra historia, como el científico Clorito Picado, Yolanda Oreamuno y el mismo Rodrigo Facio.
Para Sandoval, los costarricenses hemos tomado al inmigrante nicaragüense, para que asuma el papel de chivo expiatorio, achacándole nuestros peores defectos.
Pero también hay campo a la esperanza en las palabras de Mamita Yunai, de Carlos Luis Fallas:
“Huesos de nicas, huesos de ticos, huesos de negros: huesos de hermanos.”
Fuente: el libro “Otros amenazantes”, de Carlos Sandoval