Lunes, 10 Agosto 2009 18:00

Las crisis “invisibles” nos están matando

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No hay nada más peligroso que las modas; ellas nos desvían de lo cotidiano, de lo que nos afecta cada día. Tenemos ahora la famosísima platina del Virilla que desbancó por unos días la crisis económica.

Pero…!cuidado¡ no nos dejemos llevar por estas modas y retomemos las crisis “invisibles” que están matando a la sociedad costarricense. Es conveniente que aunque el término de la BBC de Londres es “invisible”, lo cierto del caso es que no tienen nada de imperceptibles o inmateriales.

Las drogas abaten a nuestra juventud, el desempleo avanza de manera galopante, la contaminación de toneladas de basura que “mató” los ríos del Área Metropolitana amenaza nuestras vidas, los sicarios invaden las calles en una incontrolable espiral de violencia, todos los días ocurren asaltos y homicidios y todos esos días la policía detiene delincuentes.

¿De dónde sale tanto antisocial?
La mayoría de los ticos sigue con una marcada carencia de valores: Se impone la ley del “chorizo” y la “mordida”, y que mejor ejemplo que un ex presidente de la República y altos ejecutivos empresariales sentados en el banquillo de los acusados por el caso Caja-Fischel.

Y ni qué hablar de la degradación cada vez mayor del papel de la mujer: sí de ellas, nuestra madre, esposa, amiga, hija, nieta. Ante este panorama algunos nos escudamos en Dios, y sorpresa, los hombres cuya responsabilidad impuso el Creador para congregarnos en su nombre, también han caído en esa espiral. Ya es común ser testigos de los escándalos de pastores y sacerdotes que se pasaron a la acera del conocido pisuicas.

“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”, decía Martín Luther King y que sabias fueron esas palabras. Debemos rescatar los valores de la solidaridad, el respeto y el amor, pero sobretodo el temor a Dios.

De ser una moda las crisis “invibles” pasaron a formar parte de nuestra vida diaria. Tomemos una decisión como costarricenses y como hijos de Dios, para revertir esta terrible realidad y dejarle a nuestra descendencia un legado, una tierra bendita.