Hace dos décadas los centroamericanos celebramos el fin de un período de guerras y conflictos bélicos para dar paso a la instauración de sistemas democráticos que estamos seguros se constituyen en la única vía para garantizarle el desarrollo a nuestros países.
Cuando posiblemente después de varios años de ir viendo cómo paso a paso los países iban creciendo en la consolidación de sus instituciones democráticas, de nuevo una acción contra la Constitución de un país y una respuesta militar, encendieron las llamadas de alerta para recordarnos que esa tarea emprendida hace varios años está aún inconclusa y el fantasma de la concentración del poder político, la acción bélica y el ejercicio del poder militar sigue siendo un tema que aún palpita en las dinámicas internas de algunos de nuestros países.
Decía Norberto Bobbio que si queríamos entender un concepto mínimo de democracia, debíamos partir de que ella se daba en un sistema donde existen un conjunto de reglas que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos.
Esta definición mínima, es de gran ayuda para analizar que lo sucedido en Honduras, ejecutado por uno u otro bando, constituyen una clara violación al principio de las reglas mínimas de la democracia. En primera instancia por violaciones a las normas constitucionales que constituyen el planteamiento básico de las reglas bajo las cuales funciona el sistema político y sus instituciones, pero a la vez y como complemento a lo anterior, son las propias normas quienes determinan los procedimientos y mecanismos que sancionan a quienes violentaron las reglas democráticas aceptadas e instauradas por una colectividad.
Sartori decía que cualquier teoría de la democracia debía establecer qué no es democracia, para después medir en qué medida una democracia es más o menos democrática que otra o bien si los elementos o características permanecen en alguna medida en todo sistema político particular.
Sin lugar a dudas, la crisis de Honduras ha puesto de manifiesto que la defensa de uno u otro bando en su actuación y en la recriminación mutua de violaciones a la institucionalidad de su país, plantea diferentes concepciones de democracia. Esta tesis es posible reforzarla con las afirmaciones, los análisis y concepciones que se han dado desde la comunidad internacional, y sus razones para condenar la situación política desarrollada.
Si vinculamos lo anterior al planteamiento de Sartori, deberíamos decir que no es democracia la violación a las normas constitucionales y que tampoco es democrático el uso de la fuerza militar y la expulsión de un gobernante de su país, como sanción a las supuestas irregularidades en su forma de actuar.
Nuestras democracias son aún sistemas frágiles. La tarea es hoy más importante que antes, porque una nueva situación en algún otro país de la región, como la aún no resuelta en el caso de Honduras, puede echar por la borda años de importantes esfuerzos por garantizarle a nuestros pueblos condiciones políticas para su desarrollo personal y colectivo.