El acervo cultural de la humanidad está a disposición de todos los seres humanos que deseen tener acceso a él y todo a la distancia de un click. Esta gran noticia nos la ha dado la UNESCO recientemente y, a la vez, ha indicado cómo 32 instituciones ya están involucradas en el proyecto y se espera pronto que todas las bibliotecas nacionales de los países signatarios de la carta de las Naciones Unidas se sumen a la iniciativa.
En tiempos en que el movimiento por el libre acceso a las publicaciones periódicas toma fuerza y, además, en una época que hace ver con más claridad el esencial rol de las personas dedicadas a labores como la bibliotecología o las diversas ciencias de la información, esta iniciativa de la UNESCO es fundamental por cuanto abre puertas y facilita el acceso a una información esencial para quienes viven la vida académica con cierto rigor y necesitan de unas fuentes que, de otra manera, serían casi imposibles de aprovechar.
En contraste con las pretensiones de las empresas disqueras, esta iniciativa global colabora abiertamente a superar la brecha de la información que alguna vez nos explicó Stiglitz en detalle y deja abiertas muchas puertas para que los pueblos, mediante el recurso a una educación actualizada y marcada por la rigurosidad confiable, pueda poco a poco apuntarse a la aventura de los que caminan de paso en paso hacia el desarrollo.
Si deseamos pueblos nuevos y más eficaces y desarrollados el camino es claro: la educación y la superación de la brecha informacional. Pasos como el dado por la UNESCO son esenciales en el empeño de construir un mañana mejor para todos y en todas partes. Asumir el reto de educar a las nuevas generaciones de la manera más dinámica, eficaz y visionaria posible es la gran vía que nos va a ir llevando a donde debemos, tal y como lo recordaba sabiamente el presidente Arias recientemente en Trinidad y Tobago.
Ya tenemos pues un recurso. Y un recurso de gran valor que se aúna a otros muchos con los que contamos. Sólo hace falta el laboratorio de cómputo bien administrado en todos nuestros centros educativos, aparatos que funcionen y estudiantes que, guiados por sus maestros, sean capaces de aprovechar las oportunidades que se les ofrecen para aprender a aprender.
Con todos estos elementos más la riqueza de la gran Biblioteca Digital Mundial, la posibilidad de aprovechar las bases de datos de libre acceso y todo cuanto hoy nos ofrece la red, no hay duda de que el camino es prometedor. Sólo faltaría que llegue el día en que los libros puedan comprarse más fácilmente y que, además, el acceso a la red sea lo normal y jamás ya la excepción. Hay que animarse, pues no son imposibles.