Con la firma ubicada el día 29 de junio, se ha publicado la tercera carta encíclica del Papa Benedicto XVI. Ya desde los numerales iniciales se sospecha que el tema del desarrollo será la gran clave de todo el documento. Un texto que, continuando por sendas abiertas por Pablo VI y Juan Pablo II, insiste en la necesidad de promover un desarrollo integral y no solamente económico o tecnológico.
El fenómeno de la crisis económica y financiera no queda por fuera de la temática de este nuevo hito en la doctrina social de la Iglesia. Allí el Papa dice que la crisis “nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso” (n.21)
El Obispo de Roma menciona repetidamente temas como la globalización, el mercado y la economía para afirmar que puede implicar aspectos positivos y negativos. En un mundo globalizado, dice, todo nos invita a redescubrir los ideales de la gratuidad y la fraternidad, lo mismo que la ruta que lleva a una economía con un rostro más humano.
El tema empresarial es clave. Hace referencia a la urgencia de empresarios nuevos y con un talante ético renovado y más auténtico. Además, la encíclica recuerda que el desarrollo económico ha estado aquejado por desviaciones y problemas que la crisis ha puesto de manifiesto.
El decisivo tema del desempleo es tratado con amplitud por este documento pontificio y, por supuesto, la cuestión de la seguridad social, el sindicalismo y su ideal mayor cercanía a la sociedad civil que a la política partidista de los países.
Obviamente hay temas como la vida, la familia y la libertad religiosa que son vitales, lo mismo que una cuestión que resulta de un peso enorme en esta época insignificante en cuanto a reflexión y sentido: la necesidad del análisis interdisciplinar e intergral de la realidad.
Mucho se ha dicho y se dirá sobre este documento. Ha habido comentarios brillantes y otros lamentables, como por ejemplo, la lectura que hace del texto el número del 20 de julio de la revista Newsweek.
Vale la pena que la reflexión continúe. Vale la pena que empresarios, académicos, gentes de Iglesia y servidores públicos tomen en sus manos Caritas in veritate y se animen a leerla con calma. Es un texto brillante que necesita de un ingrediente: la mano larga del hombre de negocios, del intelectual o del político que se animen a hacer vida los 79 puntos del escrito de Benedicto XVI.