Lunes, 30 Octubre 2000 18:00

Día de la Mascarada Costarricense

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Cada vez que sonaban estas notas por las calles de nuestros barrios, todos los chiquillos corrían a ver las mascaradas, y cuando menos lo esperaban... Sentían un chilillazo de ¡El Diablo! La giganta con su esposo, El Toro Guaco, la Muerte, La Segua, el Padre sin cabeza y otros personajes de leyendas costarricenses hacían su aparición para los turnos y festividades patronales. Si bien todos los países existen celebraciones similares para el rescate de Tradiciones y juegos, en Costa Rica se originaron en la tradicional pasada de la Virgen de los Angeles, de la Basílica de Cartago a la iglesia del Carmen. Allí nacieron y luego poco se fueron extendiendo por todo el territorio nacional. Aunque son los mismos personajes de siempre, sus rostros han ido cambiando con el tiempo. Algunos ya desaparecieron, como es el caso del Toro Guaco, que consistía en una vestimenta y un cajón donde se metía la persona que le daba vida. El bien y el mal están claramente representados en la mascarada costarricense. Un ejemplo de ello, es el cadejos. Existe uno negro y malo que tira fuego por la boca, y que sirve para castigar a los mal portados y desobedientes. El cadejos blanco, en cambio, protege a las personas buenas. Antiguamente los rezadores no temían salir tarde las noches de sus sagradas ocupaciones, por que sabían que les aparecería el cadejos blanco para protegerlos de cualquier peligro. Los payasos costarricenses alegran festividades comunales y enseñan a los niños que en la vida existe el bien y el mal. El chilillo que usan algunos es solo para defenderse de las travesuras de más de uno que los empuja y les jala la ropa. Pero el propósito fundamental es que todo el pueblo se mezcle en esta fiesta. Celebremos hoy, el día de la Mascarada Costarricense, en vez de exaltar festividades ajenas como el Halloween. Rescatemos las tradiciones y valores de nuestros pueblos.