La crisis política hondureña ha sacado a la luz una conducta humana que es la que ha llevado a los pueblos históricamente al enfrentamiento y a las guerras. Es tan humano considerarse conocedor y dueño de la verdad, y no solo eso, sino que nos volvemos jueces ante las situaciones que nos rodean.
En Honduras, gran parte de la población esta a favor de las acciones tomadas por el Congreso y la Corte Suprema de Justicia. Los hondureños se vieron en la obligación de separar de su cargo a quien había sido electo democráticamente, pero quien estaba irrespetando el ordenamiento constitucional, violando las leyes, desconociendo al Tribunal Electoral y principalmente, arrastrando al pueblo hondureño al chavismo.
Clara señal de que lo anterior, es la respuesta inmediata de Chávez, amenazando con invadir Honduras, así es, el que se cree dueño y señor de las Américas amenaza a diestra y siniestra a quienes no bailan al son de su canción. El antes militar golpista teniente Chávez, amigo entrañable de la dictadura Fidelista, esta obsesionado en convertirse en el Bolívar de nuestra época, eso nadie lo duda, pero quienes profundizamos un poco más en el análisis sabemos que es el egocentrismo y no la ideología es lo que lo dirige.
Después del padrino Chávez saltaron a la luz las opiniones de cientos, unos a favor y otros en contra. La OEA casi de inmediato y sin escuchar la otra parte quiso dictar órdenes, los secuaces de Hugo Chávez viajaron inmediatamente a secundarlo.
Los más cautos, sabios e inteligentes esperaron a escuchar la posición de la otra parte.
Desde mi perspectiva, la verdad detrás de la cortina es que los hondureños tenían miedo de perder su país en manos de Chávez, y todos sabemos que cuando el miedo nos invade, cuando sentimos que nos paralizamos, recurrimos a cuanto mecanismo de salvación este a la mano, aun sabiendo que talvez esa no es la mejor salida, pero hay que salvarse. Había que salvarse de una consulta popular que a todas luces tenia intenciones de ser usada a conveniencia para perpetuarse en el poder al estilo chavista.
Los hondureños debieron elegir, y eligieron de lo malo lo mejor. Con valentía se han enfrentado a una comunidad internacional que los ha juzgado, y les ha querido imponer castigo, la misma comunidad que calla ante el intervencionismo de Chávez en América Latina.
Para mi la verdad, mi verdad, es que los hondureños han tenido el valor de decir no al chavismo y lo hicieron de la manera que consideraron era la mejor, quizá la única que tenían.
Talvez deberíamos ir todos a Venezuela, vivir la dictadura chavista vestida de socialismo democrático, conversar con aquellos a quienes se les ha suprimido de sus libertades, de sus derechos y entonces, talvez entonces, volvamos con una nueva verdad, quizá entendiendo mejor al pueblo hondureño y su temor al chavismo.