Hace pocos días se dio en nuestro país la presencia de Bernardo Kliksberg, asesor de PNUD para América Latina, con motivo de la clase inaugural del curso lectivo que él mismo dictó en la Universidad Nacional.
Pocas personas como este visitante tienen tanta conciencia de la gran necesidad de que la economía tenga un rostro humano y más ético. Así lo ha venido diciendo hace años, sirviendo de eco entre nosotros al pensamiento del premio Nobel de economía de 1998, el indio Amartya Sen.
Nos vino a recordar este economista argentino una a una las grandes causas éticas de la presente crisis mundial, baluarte de la mejor expresada “codicia desenfrenada” de unos pocos, como llegó a decir el presidente norteamericano actual, y que generó una situación que hace que, en definitiva, “el dejar hacer, dejar pasar” ya no pueda ir más allá de donde quedó el inicio de la presente debacle como, sabiamente, también ha dicho en estos días el presidente francés.
La desregulación, las ganancias excesivas de unos cuantos y los fundamentalismos doctrinales opacaron toda preocupación por las mayorías, desterraron el ideal de distribución necesario en toda economía razonablemente humana e hicieron del hiperlucro una tendencia que hoy tiene al mundo entero al borde del abismo.
Sin embargo y aunque la palabra “crisis” es la más usada en el mundo entero en este momento, es esencial que, una vez identificadas las causas de fondo, podamos dar pasos para que cuanto hoy nos aqueja no vuelva a darse. Sobre todo, porque los efectos de lo que llegó a ser inicialmente muy limitado a unos cuantos sectores, está llegando a las grandes masas en forma de hambre y pobreza.
Aunque los cristianos no tenemos respuestas técnicas y ni la doctrina social de la Iglesia lo pretende, sí es cierto que poco a poco hemos de buscar hacer ver a unos y a otros que hay ciertas rutas inadecuadas que, por inmorales y poco éticas, no pueden volver a recorrerse en el futuro. Los abusos indicados por Kliksberg, la barbarie que todos hemos contemplado, los males que hoy afectan a tantos; no pueden herir, sin embargo, nuestra esperanza de salir adelante. Benedicto XVI ha repetido que es esta una gran ocasión para volver la mirada a valores como la justicia, la solidaridad y la responsabilidad, incluso, con respecto al tema del tener y el consumir que, durante casi un siglo, han sido los grandes criterios para definir y distinguir el bienestar del malestar. Es una nueva y gran oportunidad para que todos, tirios y troyanos, descubramos la perenne actualidad y vitalidad del evangelio y sus valores.