Esto es muy lamentable porque en muchas ocasiones ni se dan cuenta de que lo hacen o no les interesa las implicaciones negativas que esto puede acarrear, simplemente el no argumentar con calidad, el no proponer o el basarse en la negatividad, se ha vuelto una mala costumbre en los procesos previos a la elección de nuestro presidente, y lo que es peor, este tipo de comportamiento para nada logra enaltecer la política y la democracia costarricense.
Claro que se vale discrepar, pero hay que hacerlo con sentido propositivo. Infortunadamente no faltan quienes usan estas desaliñadas estrategias como una forma muy conciente de herir y dañar. Posiblemente con ello sienten que se fortifican a sí mismos, vanaglorian al candidato de su predilección o que aumentan la contundencia de sus opiniones; sin embargo ¿qué mérito conlleva el elevar la imagen de un candidato o partido utilizando la estrategia de rebajar a los oponentes?..., ¿qué se gana con estar haciendo burlas del físico de los adversarios o arriesgarse a llamar “ladrón” a alguien dañando su reputación cuando ni siquiera se tienen las pruebas?...
Sinceramente me parece que muy poco ya que indudablemente insultar a quien no piensa como uno o no respaldar con pruebas sólidas lo que uno defiende es un recurso pobre, y hasta perverso, que definitivamente lesiona el conjunto de la política democrática. Por ejemplo si en mi caso actuara de manera negativa contra todos los escritores de este país finalmente lo que estaría perjudicando es la imagen general de los escritores costarricenses.
De ahí que lo más sano, para emitir un voto inteligente, sea el informarse, investigar, encontrar razones válidas las cuales apoyen nuestras posturas y elegir información que sustente lo defendido u opiniones de expertos para respaldar nuestras posiciones. Y lo más importante, implica tener respeto por las opiniones de los demás, mucha objetividad para detectar sus debilidades pero, a la vez, mucha humildad para reconocer en los otros posibles virtudes. Hay que dejar, en la forma en como discutimos y pensamos, resentimientos, prejuicios, intolerancias, actitudes categóricas, discursos cerrados, falacias u ofensas, pues destruyen la posibilidad del intercambio sano, constructivo y crítico en nuestros puntos de vista y en la toma de decisiones.
Basta ya de ese despropósito político de estar denigrando a los demás y estar haciendo de las campañas políticas circos y coliseos. Demostremos que podemos ser un pueblo pensante, con ideas y acciones que mejoren nuestra democracia. Que podemos prestar la misma atención a unas propuestas que a otras. Que pensamos antes de hablar y actuar. Que no nos dejamos manipular pero manteniendo significativas dosis de respeto por quien tiene ideas diferentes a las nuestras. Esto se lo debemos a la Patria, se lo debemos a esos 220 mil jóvenes quienes votarán el próximo año por primera vez y nos lo debemos a nosotros si nos consideramos ciudadanos responsables. Es hora de analizar, de reflexionar, de recuperar el sentido noble de la política…