Sin duda los males que nos aquejan nos hacen preocuparnos, pero en el ocaso de un año complejo, convulso, inmisericorde en muchos países a manos de fanáticos terroristas; y en nuestro país, con una brecha cada vez más ensanchada entre la pobreza de muchos y la riqueza de unos cuantos, es necesario hacer la reflexión de rigor.
Basta de historias ha dicho Andrés Oppenhimer en su libro, basta de quedaros allí parados en la inacción, basta de lamentarnos por lo no actuado, basta de esperar a que papá estado nos resuelva los problemas, basta de decirle al mundo que no podemos.
Es término de un año y el inicio de otro, es un buen momento para detener ya esa pasividad que nos hace daño, ese esperar a que otros me resuelvan mis propios problemas, ese vivir juzgando en función de criterios poco objetivos, es hora de que tomemos cada uno la acción para resolver con hidalguía cuantos problemas podamos tener. Es este un bueno tiempo para tener claro que hay sin duda, alguien que está en condiciones más complejas que las nuestras y determinarnos a vencer los obstáculos de las misma forma en que esas personas lo hacen.
Como bien lo dijo el pensador del siglo 20 "no podemos esperar resultados distintos, haciendo siempre lo mismo". Si seguimos el camino errado que en muchas cosas hemos tomado, las cosas no cambiarán. Si tenemos la opción de detenernos, devolvernos, revisar en que fallamos y retomar el camino correcto, pues hagámoslo y decidámonos a continuar, haciéndolo bien.
En Costa Rica necesitamos una dosis de ganas, que nos despierte que nos haga creer un poco más en que sí podemos lograr grandes cosas y que además, estamos obligados a dar mucho más de lo que damos. La parábola de los talentos es clara. A quien mucho se le da, mucho se le debe exigir.
Este país tiene características muy particulares que no le permiten ser un país de tercer mundo. Un índice de alfabetización superior al 96%, una expectativa de vida al nacer más alta que la de Estados Unidos, el índice de mortalidad infantil más bajo de todo el continente, un país sin ejercito con una seguridad social envidiable pese a sus múltiples debilidades.
No somos esa Costa Rica por pura casualidad, lo construyeron hombres y mujeres con una clarísima visión de futuro, con una capacidad estratégica única y con un deseo enorme por hacer que este país trascendiera. Por eso, no podemos darnos el lujo de estar paralizados, no podemos hacernos los tontos esperando a que venga un mesías político que no existe y que no existirá jamás.
El mesías espiritual que esperábamos ha nacido y ahora, el nacimiento del nuevo año exige de nosotros, coraje, disciplina, constancia, esfuerzo, dedicación en la determinación de querer ser lo que deseemos. No hay más allá, basta de excusas, el nuevo año tiene que ser el año.