Ciertamente el combate a la inseguridad, la delincuencia, al crimen organizado, ha dejado de ser, en nuestro país, una redituable promesa y tema de cada campaña política para transformarse en un delicado problema de Estado.
En lo cotidiano, por desgracia, la nota roja es el ingrediente fundamental de la información de los medios, lo cual nos lleva a darnos cuenta de que la lucha parece ser que la están ganando los detractores de la paz social. Definitivamente lo que está sucediendo en Costa Rica es muy preocupante, y va más allá del miedo de los ciudadanos. Pero ante este hecho no basta solamente con preocuparse, hay que ocuparse; es decir, hacer una seria reflexión acerca de lo que nos está pasando, tomar las medidas pertinentes y actuar responsablemente.
¿Cuántas veces se nos ha dicho que no portemos objetos de valor cuando transitemos a pie, que no los dejemos a la vista en el carro o evitemos sacar el celular en plena calle?..., una infinidad de veces ciertamente, pero muchas personas siguen sin hacer caso. Tratemos en este caso de ser un poco más prudentes y humildes, pues a veces a las personas les gusta presumir los bienes materiales que poseen, lo cual es un comportamiento muy conveniente para los delincuentes.
No se trata de predecir desastres, pero lamentablemente ya se han registrado casos en los cuales, ante la falta de una respuesta efectiva, la gente llega al límite de ejercer justicia por su propia mano. De ahí que no se pueda llegar a aceptar que la violencia es inherente al temperamento de los ticos y que, por ello, todo lo que sucede es normal.
Ciertamente nadie puede ser insensible ante la violencia, mas el cambio y la lucha no consiste en la simple aceptación de que la inseguridad es un problema muy complejo, tampoco se puede dejar que todo lo haga el Gobierno, porque sería recorrer los mismos caminos de falta de compromiso ciudadano.
Este es un momento crucial para que nos unamos y planteemos nuestras legítimas exigencias. A lo que ahora nos enfrentamos es el resultado de un gran número de omisiones que tanto autoridades como ciudadanos hemos permitido durante años. Hoy nuestro país requiere de soluciones de fondo, exige una manera diferente de actuar y una manifiesta responsabilidad ciudadana.