El Beato Juan Pablo II, en su carta apostólica a los jóvenes del mundo en ocasión de mil novecientos ochenta y cinco como el Año Internacional de la Juventud, expresó: “Vosotros sois la juventud de las naciones y de la sociedad, la juventud de cada familia y de toda la humanidad; todos miramos hacia vosotros, por eso, vuestra juventud es un bien especial de todos. En vosotros está la esperanza, porque pertenecéis al futuro y el futuro os pertenece”. Ciertamente, como lo manifestó Su Santidad, nuestra juventud constituye una enorme riqueza social al ser, en este mundo cambiante y demandante, la encarnación de la expresión simbólica de los procesos de transformación social. También el reconocimiento de los aportes de los jóvenes ha quedado establecido por la Organización de Naciones Unidas al declarar el doce de agosto como el Día Internacional de la Juventud, y del doce de agosto del dos mil diez al doce de agosto del dos mil once el Año Internacional de la Juventud.
Por ello a los jóvenes en la actualidad se les debe formar, más allá del aspecto académico, como agentes creadores de liderazgo, quienes asuman un pensamiento crítico y propositivo sobre temas de desarrollo social, cultura de paz, derechos humanos, ecología, equidad de género, prevención de drogas, tolerancia o salud reproductiva, pues cada empeño y superación de los jóvenes por implantar y desarrollar proyectos liderados por ellos repercute en un ejemplo claro de voluntad, servicio, creatividad y proactividad. Ante este panorama, Costa Rica demanda jóvenes líderes, emprendedores, difusores y propulsores de progreso, para que actúen, de manera comprometida, como entes de cohesión social. Se trata de lograr que ellos formen parte como ciudadanos, para dejar de ser simplemente espectadores, con el propósito de que puedan convertirse, con la preparación y motivación adecuadas, en los principales protagonistas de los cambios transformadores de la humanidad; de ahí la necesidad de abrir, o aprovechar espacios ya existentes como las aulas, en donde los jóvenes conozcan bien su entorno para que busquen, de manera libre y reflexiva, la manera de agregarle valor a nuestra sociedad.
Por fortuna no son pocos los jóvenes quienes hoy, organizados en agrupaciones universitarias, políticas, cantonales, artísticas o religiosas, se están convirtiendo en actores sociales capaces de promover y coordinar la ejecución de políticas públicas dirigidas a incrementar las potencialidades del desarrollo integral de la sociedad. Por ejemplo, el presidente del Gobierno Estudiantil de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología, Fabián Valenciano Góngora, explica que "en una sociedad tan competitiva, se requieren jóvenes emprendedores, ávidos de información y con un vasto espíritu investigativo, capaces de asumir retos y liderar movimientos. El emprendimiento debe pasar a ser el motor que motive a una juventud sin miedos y con mucha fuerza para impulsar y liderar grandes cambios". También Alejandro Rojas Martínez, representante estudiantil de la Universidad de Costa Rica, manifiesta que “la sociedad, en especial los centros educativos, deben procurar formar alumnos para enfrentar los diversos contextos del entorno nacional e internacional, es decir, personas con clara visión crítica y patente participación para lograr dar un impacto positivo en la sociedad y dar un ejemplo, como jóvenes, para que otros nos sigan y así puedan desarrollar, también, sus habilidades de liderazgo”.
Por ello, definitivamente, hay que creer en la juventud; en que ellos, junto con los adultos, pueden definir patrióticos y humanistas proyectos de vida acordes con las exigencias de los nuevos tiempos. Hoy, más que nunca, se requiere la renovación del liderazgo nacional juvenil pues los jóvenes deben participar, con libertad absoluta y con autonomía, en las nuevas propuestas de la transformación social. Porque jóvenes con creatividad, con valores, vocación laboral, solidaridad, capacidad de diálogo, trabajo en equipo, integridad, ética, juicio crítico e innovador, humanistas, en fin jóvenes con ansias y acciones de liderazgo, transformados en agentes de cambio, son quienes pueden coadyuvar al desarrollo de nuestra sociedad y contribuir a forjar nuevas generaciones de líderes que forjen una nueva cultura de visión, reflexión y competitividad con mayores niveles de exigencia y calidad para generar renovadas formas de desarrollo.
El Beato Juan Pablo II, en su carta apostólica a los jóvenes del mundo en ocasión de mil novecientos ochenta y cinco como el Año Internacional de la Juventud, expresó: “Vosotros sois la juventud de las naciones y de la sociedad, la juventud de cada familia y de toda la humanidad; todos miramos hacia vosotros, por eso, vuestra juventud es un bien especial de todos.
En vosotros está la esperanza, porque pertenecéis al futuro y el futuro os pertenece”. Ciertamente, como lo manifestó Su Santidad, nuestra juventud constituye una enorme riqueza social al ser, en este mundo cambiante y demandante, la encarnación de la expresión simbólica de los procesos de transformación social. También el reconocimiento de los aportes de los jóvenes ha quedado establecido por la Organización de Naciones Unidas al declarar el doce de agosto como el Día Internacional de la Juventud, y del doce de agosto del dos mil diez al doce de agosto del dos mil once el Año Internacional de la Juventud.
Por ello a los jóvenes en la actualidad se les debe formar, más allá del aspecto académico, como agentes creadores de liderazgo, quienes asuman un pensamiento crítico y propositivo sobre temas de desarrollo social, cultura de paz, derechos humanos, ecología, equidad de género, prevención de drogas, tolerancia o salud reproductiva, pues cada empeño y superación de los jóvenes por implantar y desarrollar proyectos liderados por ellos repercute en un ejemplo claro de voluntad, servicio, creatividad y proactividad. Ante este panorama, Costa Rica demanda jóvenes líderes, emprendedores, difusores y propulsores de progreso, para que actúen, de manera comprometida, como entes de cohesión social. Se trata de lograr que ellos formen parte como ciudadanos, para dejar de ser simplemente espectadores, con el propósito de que puedan convertirse, con la preparación y motivación adecuadas, en los principales protagonistas de los cambios transformadores de la humanidad; de ahí la necesidad de abrir, o aprovechar espacios ya existentes como las aulas, en donde los jóvenes conozcan bien su entorno para que busquen, de manera libre y reflexiva, la manera de agregarle valor a nuestra sociedad.
Por fortuna no son pocos los jóvenes quienes hoy, organizados en agrupaciones universitarias, políticas, cantonales, artísticas o religiosas, se están convirtiendo en actores sociales capaces de promover y coordinar la ejecución de políticas públicas dirigidas a incrementar las potencialidades del desarrollo integral de la sociedad. Por ejemplo, el presidente del Gobierno Estudiantil de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología, Fabián Valenciano Góngora, explica que "en una sociedad tan competitiva, se requieren jóvenes emprendedores, ávidos de información y con un vasto espíritu investigativo, capaces de asumir retos y liderar movimientos. El emprendimiento debe pasar a ser el motor que motive a una juventud sin miedos y con mucha fuerza para impulsar y liderar grandes cambios". También Alejandro Rojas Martínez, representante estudiantil de la Universidad de Costa Rica, manifiesta que “la sociedad, en especial los centros educativos, deben procurar formar alumnos para enfrentar los diversos contextos del entorno nacional e internacional, es decir, personas con clara visión crítica y patente participación para lograr dar un impacto positivo en la sociedad y dar un ejemplo, como jóvenes, para que otros nos sigan y así puedan desarrollar, también, sus habilidades de liderazgo”.
Por ello, definitivamente, hay que creer en la juventud; en que ellos, junto con los adultos, pueden definir patrióticos y humanistas proyectos de vida acordes con las exigencias de los nuevos tiempos. Hoy, más que nunca, se requiere la renovación del liderazgo nacional juvenil pues los jóvenes deben participar, con libertad absoluta y con autonomía, en las nuevas propuestas de la transformación social. Porque jóvenes con creatividad, con valores, vocación laboral, solidaridad, capacidad de diálogo, trabajo en equipo, integridad, ética, juicio crítico e innovador, humanistas, en fin jóvenes con ansias y acciones de liderazgo, transformados en agentes de cambio, son quienes pueden coadyuvar al desarrollo de nuestra sociedad y contribuir a forjar nuevas generaciones de líderes que forjen una nueva cultura de visión, reflexión y competitividad con mayores niveles de exigencia y calidad para generar renovadas formas de desarrollo.