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Cuando estaba en el colegio, en una institución pública, rural, técnica y agropecuaria, que no me facilitó el aprendizaje de un segundo idioma pero me puso en contacto con personas de todos los estratos y me obligo a usar machetes y palas dos días por semana, tuve la enorme dicha de pertenecer a un club; con una filosofía muy sencilla, hermosa, y que tenia cabida dentro del mismo centro educativo.