En 1926, Piero Calamandrei, insigne iusprocesalista, escribió su obra “Demasiados Abogados”: una denuncia a la decadencia intelectual y moral de la abogacía, ante la proliferación de abogados por el gran número de “Facultades de Derecho”, poniendo énfasis en la calidad de la enseñanza del derecho.
Sesenta años después, en 1986, en Costa Rica, la igualmente destacada jurista Elizabeth Odio, actual jueza del Tribunal Penal Internacional, inauguró, magistralmente, el ciclo lectivo en la Facultad de Derecho de la U.C.R, disertando sobre igual tema, llamando la atención por el mismo fenómeno de la proliferación de escuelas de derecho.
Efectivamente, no había pasado una década, desde que se permitió la apertura de universidades privadas, que contaban con escuelas de leyes y ya se sentía el aumento de abogados en Costa Rica.
Hoy hay más muchísimos centros universitarios y la tendencia al alza de los abogados y abogadas parece no tener límites. Sin embargo, eso, ahora, no debe ser la preocupación, pues cada día hay más personas que quieren estudiar derecho y ello no puede ser coartado. El punto está, más bien, en la CALIDAD antes que en la CANTIDAD de estos profesionales.
Así las escuelas de Derecho, incluida la estatal, pretenden desechar el modelo tradicional de enseñanza, hacia innovaciones que privilegien, además de los “conocimientos jurídicos”, las destrezas y cualidades que requiere el “abogado globalizado”.
Ahora bien, la fuerte demanda estudiantil para estudiar Derecho y los costos que ello tiene, además del examen de “ingreso” de universidades privadas, que al paso del tiempo han ido ganando su prestigio, por rigurosas, son el “pretexto” perfecto para que no falten los “mercaderes de la enseñanza” (así también en otras carreras). Son gente inescrupulosa que “instala” escuelas de Derecho con nula calidad académica. En contrapartida, entonces, el estudiante es retribuido con una cierta “garantía” en la obtención de su título, en un breve tiempo, importando, eso sí, que paguen puntualmente sus caras matrículas.
En toda América Latina han proliferado las llamadas universidades de “garaje”, con cuartuchos como aulas y algunos improvisados “profesores”, sin formación y dirección alguna. La ecuación es una educación barata que proporciona un muy buen beneficio económico al “empresario” y ese es su único objetivo.
Para ello, se hace impostergable retomar y dar sigiloso seguimiento, hasta su definitiva aprobación, de la ley que regularía el Examen de Incorporación al Colegio de Abogados. Con los notarios ya se hizo lo propio; con los abogados hay que hacer más que eso.
Nunca, en ninguna profesión serán suficientes, pues la calidad, que es la se impone entre oferta y demanda, es la que imperará. Por eso, al seleccionar la Universidad debe tenerse sumo cuidado de que valdrá cada céntimo invertido en los estudios superiores, antesala de muchas otras metas y proyectos de vida.