El pasado 12 de abril partió físicamente hacia la Patria Celestial la noble señora y siempre amiga doña Bety Lobo Cruz. Si esa misma señora de baja estatura pero de gran corazón, que tantos vimos participar en el atletismo, dejando una huella imborrable en las calles de nuestro país así como en otras latitudes del orbe.
Esta singular señora de 72 años se supo apropiar del amor y aprecio de propios y extraños ante su vida ejemplar y de dedicación a su familia y al prójimo en general.
Ella, como destacada atleta viajó en muchas ocasiones representando dignamente a nuestro país, a mi memoria vienen países como Estados Unidos de Norteamérica, Holanda, Italia, Alemania, El Salvador, Panamá, Nicaragua, Puerto Rico y Guatemala; sólo para citar algunos ejemplos; de las naciones en que nos representó. Y ni se diga de los campeonatos o torneos que corrió en la desaparecida pista Eduardo Garnier del anterior Estadio Nacional.
Algunas de los grandes y no pocos dones que la caracterizaron fueron: el ser poseedora de marcas nacionales, la corredora infaltable a cuanta carrera atlética se desarrollara en nuestro país, sin importar si esta era de velocidad, medio fondo, fondo o campo traviesa. Inclusive en una oportunidad me comentó con alegría que se le había dedicado el Campeonato Master de Campo Traviesa del 2009.
Y es que, los que corrimos a su lado sabemos de que ella siempre mostraba su amor en el deporte. ¿Quién no recuerda a aquella pequeña señora venciendo la grandeza del cerro Chirripó o los cerros de Escazú? ¿Cuántos no nos admiramos al verla en su condición de adulta mayor vencer holgadamente las peripecias de las maratones?
Quienes tuvimos la bendición de compartir con ella sabemos que ella, sin lugar a duda se encuentre gozando plenamente de un mejor lugar.
Sin duda en su trayectoria deportiva ella devoró miles de kilómetros de los cuales podemos dar fe los que la conocimos. Ahora ella emprendió su carrera hacia la última meta que tuvo siempre clara, la Patria Celestial.
Bety amiga. Gracias por los años de amistad que me regalaste y desde aquí aplaudo tu entrada triunfal en el Cielo.