En mi humilde papel de profesor universitario, he dicho siempre que los estudiantes costarricenses son valientes y honestos porque en su proceso de aprendizaje básico y universitario están comprometidos con ellos mismos y con el bienestar colectivo. Todos, sin excepción alguna, tienen actualmente un gran reto y un compromiso histórico: aprender y servir a los demás con solidaridad, ética y profesionalismo.
Desde mi punto de vista, el papel del estudioso universitario es muy distinto al papel tradicional del alumno que sencillamente se encasilla en las cuatro paredes del aula sin mayor preocupación de su estado inactivo, olvidándose de sí mismo como futuro profesional y de lo que más tarde le demandará la sociedad. El estudioso, por el contrario, mira las cosas con seriedad y – sabiamente- no critica lo que le pudo o no enseñar el profesor, sino que se autocritica respecto a lo que él mismo quiso aprender, y si algo no le salió bien, no se deja atormentar, insiste y triunfa .
Por ello, la responsabilidad del estudiante no se mide por su presencia física en la universidad, sino por su presencia intelectual. No se es estudiante solamente porque se está matriculado, más que eso; es saberse estudiante, es estar enterado de lo que sucede a su alrededor, es interactuar en cada clase aportando y dando su punto de vista, es ampliar su vocabulario y emplearlo con sabiduría, sin malas palabras o frases grotescas que repugnan al oído de los cultos.
Por tanto, un estudioso universitario comprende perfectamente su compromiso social, entiende el carácter moral de su profesionalismo, estudia por un motivo solidario, no por un título, habla con la verdad y sin violencia, no hace presunciones falsas, mira de frente a sus interlocutores, emite criterios razonables, es respetuoso con los demás y entiende que su papel en la universidad es vital para mejorar la sociedad costarricense. Y como la vida es siempre un constante aprendizaje, hasta el profesor prudente aprende mucho y más de los estudiosos universitarios.