El tema de una asamblea constituyente ha estado en discusión en el país, desde hace más de 25 años; hasta me atrevería a decir que prácticamente, desde que se promulgó la Constitución de 1949, no faltó quien estuviera convencido de que no iba a ser, en el mediano y largo plazo, el motor institucional idóneo que impulsara la creación de una sociedad con un crecimiento económico y social sustentables.
Aunque la necesidad de convocar a una Asamblea Constituyente, para muchos, fue motivada a partir de la reforma parcial que impulsó el presidente José Joaquín Trejos, con la cual se eliminó la reelección presidencial. Hasta le habían puesto nombre y apellido, el de Daniel Oduber Quirós. Quienes así pensaban, para mí, tenían una visión no solo parcializada sino también muy corto placista.
El expresidente Daniel Oduber, sin duda fue un defensor a ultranza de la necesidad de convocar a una Asamblea Constituyente pero no creo que su interés mayor estuviera centrado en abrirse la posibilidad de reelegirse como presidente, sino en dotar al país de una Carta Fundamental más visionaria y flexible, sin sacrificar las garantías individuales y sociales garantizadas en la de 1949. Buscaba impulsar una Constitución que respondiera a las cambiantes coyunturas que ya en esos tiempos, para algunos estudiosos se venían venir. Pero esto ya es historia pasada y no viene al caso pues hoy ni don Daniel vive, ni la prohibición a la reelección presidencial persiste. Pero la necesidad de darle un golpe de timón a la nave costarricense, es más que evidente.
A través de todos estos años, hemos oído alzarse voces que gritan que no existen las condiciones políticas apropiadas pero ¿A caso no se dan cuenta de nunca habrá un tiempo apropiado para los políticos? Tampoco nunca habrá total certeza de que a la Asamblea Constituyente irán las y los mejores ciudadanos.
En esta vida nada es seguro pero sobretodo en estos tiempos de cambio constante, donde lo que ayer estaba, hoy no está. Pero no por eso se debe caer en una especie de parálisis institucional y conformismo personal y nacional. Resignados a ver como día sí y otro también, ante nuestros ojos se destruye la forma de vida que recibimos de nuestros antepasados, solo porque algunos políticos dicen que hay que esperar el momento oportuno.
No se debería en la sociedad costarricense seguir obviando el llevar adelante un proceso tan importante como es darle una nueva Misión y Visión al Estado Costarricense, que dé respuestas eficaces y eficientes a los vaivenes de un Mundo que cambia vertiginosamente en lo económico, lo social y lo político. Precisamente en los campos que se norman en cualquier pacto social.