Existen personajes que marcan el futuro de su país, cuyas ideas cambian el rumbo que sigue su patria, cuyo pensamiento trasciende su tiempo y se instala en las páginas de la historia, que se vuelven imperecederos. En Costa Rica hemos tenido una abundante producción de hombres y mujeres que dejan huellas. Hoy hablaremos de uno de ellos: Alberto Martén.
En medio de la época más tormentosa de nuestro país, la Guerra de 1948, Martén expone una doctrina que llama “Plan Martén de Capitalización Universal”, en el que se agrupan sus ideas de un sistema solidario para fomentar la producción, democratizar el capital y satisfacer las aspiraciones o necesidades de empresarios y trabajadores. A esta ideología se le llegará a conocer como solidarismo.
Su objetivo final, era hermanar a la clase trabajadora con los sectores empresariales, pensamiento que durante ese tiempo de agitación que vivía Costa Rica, generó apatía e incluso ganó ciertos enemigos por considerarlo un arma en contra de otras organizaciones laborales. Sin embargo, el tiempo ha probado que estas eran nociones equivocadas. Hoy, más de sesenta años después de la visión de don Alberto Martén, el solidarismo es más fuerte que nunca.
Lo que Martén vio como un sueño, hoy es una realidad que agrupa más de 425 mil trabajadores, que generó en el año 2007 ¢155,000 millones en excedentes distribuidos entre los trabajadores y que en la mayoría de los casos ya supera el aguinaldo, que brinda oportunidades de vivienda y ahorro a cientos de familias. Su pensamiento se ha plasmado en hechos concretos que han beneficiado al sector laboral mientras contribuye con el progreso de nuestro país. Es por eso que su nombre se asocia con valores como la solidaridad, el esfuerzo y la paz.
El 15 de setiembre de 1947, planteó las primeras ideas del Plan de ahorro y capitalización. Toda su experiencia dio origen al movimiento laboral más grande de Costa Rica, razón por la cuál hoy se encuentra en la Comisión Permanente Especial de Honores de la Asamblea Legislativa un proyecto que persigue reconocer el aporte de este personaje con el título de benemérito de la patria, una distinción que llega cuando los resultados de su trabajo se encuentra ya inmersos en la cultura costarricense y generan grandes beneficios para todo el país.
Sus frutos políticos, su aporte a la formación del país en momentos de guerra y crisis, pero sobre todo, su fórmula para que la solidaridad reinara dentro del mundo laboral, son méritos más que suficientes para incluirlo en esta lista de grandes ciudadanos beneméritos de la patria.
Don Alberto nos heredó a todos los costarricense un sistema donde la paz, esa paz que ha distinguido a nuestro pueblo desde sus inicios, fuera la guía de nuestras acciones. La idea de que el empresario y el trabajador puedan tener mayores logros juntos que separados, es una visión tan innovadora hoy como lo fue hace décadas, no tiene límites sino que se ha expandido a lo largo de las siete provincias e incluso ha cruzado las fronteras y nuestros vecinos centroamericanos están conociendo y aprovechando la ideología solidarista.
Don Alberto Martén es un hombre que trascendió el tiempo, que trabajó por su país y cuyo pensamiento nos ha legado una mejor Costa Rica para todos. Si hablamos de personajes ejemplares, Don Alberto lo es por méritos propios y de sobra, razón por la cual el título de benemérito no podría caer en mejores manos; y por su puesto, en un momento tan especial, como lo es su próximo cumpleaños número cien. Señoras y Señores diputados, la decisión de darle este merecido reconocimiento a este gran hombre está en sus manos y por lo cual estaremos profundamente agradecidos los más de 425 mil trabajadores solidaristas costarricenses.