De un lado el mar de aguas revueltas golpeando con fuerza las rocas para después ir a descansar, mansas, como encajes blancos, coronando las cálidas arenas. Del otro, la montaña con su verdor, su frescor, con esa enigmática belleza tras la cual esconde toda la riqueza de la biodiversidad que ella misma hace posible al ser hogar de cientos de especies de plantas y animales.
En un recodo de la playa, formado por la llegada al mar de un pequeño río de cristalinas aguas, comencé a ver algunas figuras que llamaron mi atención, eran esculturas construidas espontáneamente por los visitantes, partir de los mismos materiales que el mar y el río acarrean hasta la playa: piedras de diversos tamaños, formas y colores, conchas, caracoles, semillas, troncos, pedazos de ramas con caprichosas figuras que estimulan la imaginación.
Y siguiendo las huellas de aquellas tan particulares esculturas, me encontré un pequeño monumento con una placa, y en ella la siguiente leyenda:
Reserva natural Nicolás Wesberg.
En esta reserva reposan los restos de quienes en vida fueron don Nicolás Wessberg y doña Karen Mogensen, impulsores de la Reserva Absoluta Cabo Blanco, primer área silvestre protegida y promotores del actual Sistema Nacional de Parques Nacionales. Aquí vivieron en perfecta armonía entre sí y con la naturaleza que les rodeaba, un sueco y una danesa de nacimiento, pero costarricenses de corazón. Honremos su memoria protegiendo este lugar.
Al día siguiente fui a conocer la Reserva Absoluta Cabo Blanco, allá en el extremo de la Península de Nicoya, la primer área silvestre de Costa Rica establecida en 1963, que forma parte del Área de Conservación Tempisque y donde se protege una población de piqueros morenos y arrecifes de importancia mundial a nivel del Pacifico.
Allí, en Cabo Blanco, dio inicio uno de los capítulos más trascendentales de la historia patria: la protección de territorios con fines de conservación, hecho que desembocaría en el Sistema Nacional de Parques Nacionales, pedazos del terruño con características naturales espectaculares o únicas, de interés nacional e internacional.
Estas áreas, que comprenden tanto volcanes y páramos como bosques secos, húmedos y nubosos, playas, arrecifes, islas, lagunas y humedales, constituyen uno de los más grandes tesoros con que cuenta el país, no solo por toda la riqueza de especies que albergan, sino también por todas las divisas que le acarrean a la economía nacional gracias al enorme atractivo turístico en que se han constituido.
¿Y quién cuida todo ese tesoro?
Nuestros guarda parques, esos hombres y mujeres a quienes hoy, en su Día, se les honra con justicia y a quienes debemos todo el apoyo como una forma de gratitud y reconocimiento a su abnegación y sacrificio.
Feliz día Guardaparques.